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EL VIEJO MERCADO DEL NORTE. Las carretas ocupaban todo el espacio circundado por las arcadas, en la segunda mitad del siglo XIX. LA GACETA / ARCHIVO

Reflexiones del inglés Bonelli en 1852.


El inglés L. Hugh de Bonelli, visitante de Tucumán en 1852, narra que alquiló una casa que “estaba en los suburbios, y tenía un delicioso huerto de naranjos al lado”. Como era un paraje solitario, “la gente estaba siempre intentando asustarme; detallaba horribles muertes, las cuales, se decía, habían sucedido en los alrededores y en el barrio. Todo esto, sin embargo, no me evitó estar muy cómodo en mi reclusión, donde viví algo retirado y lejos del bullicio general de la sociedad. Conocí a varias familias amistosas y agradables. Entre ellas, las del doctor Frías y señor Silva”.

Cuenta que “una de las ruedas de mi carruaje tenía piezas faltantes, por lo que me ví obligado a encargar una nueva, a un italiano, que no dudó en hacerme pagar bastante por el trabajo”. Además, “siendo necesario comprar una serie de artículos varios para mi uso durante el camino, visité los negocios de varios franceses que estaban viviendo aquí muy confortablemente, y parecían estar haciendo dinero”.

Reflexionaba Bonelli que “si la marea de inmigrantes pudiera sólo ser dirigida por una vez hacia esta zona, me parece que esta provincia es capaz, desde un punto de vista de la agricultura, de abastecer ampliamente al comercio de exportación”. En efecto, “la caña de azúcar, el café, cacao, algodón, frutas de los más deliciosos tipos y una abundancia de ganado superior, ofrecen a la empresa y a la industria un cierto campo de éxito reciente”. Y “las provincias unidas de Córdoba, Tucumán y Salta, han ganado ya meritoria reputación por su cuero curtido, talabartería y botas, superiores a aquéllos de otras partes de Sudamérica”.