San Martín hizo fusilar al coronel Landívar.
En enero de 1814, a poco de llegar a Tucumán para hacerse cargo del Ejército del Norte, el general José de San Martín tuvo que resolver cierta cuestión grave: la suerte de un prisionero realista, el coronel Juan Landívar, capturado en Santa Cruz de la Sierra. Narra el historiador John Lynch que Landívar “era famoso por ser uno de los implementadores más crueles de la política realista de ejecutar a los prisioneros y exhibir sus cadáveres en los caminos para intimidar a los patriotas”.
En un consejo de guerra celebrado en casa de san Martín, se resolvió fusilarlo, como “una sentencia ejemplar, que sirviera como advertencia a los realistas”. La pena -para ordenar la cual San Martín no consultó al Directorio- se aplicó “no por haber militado con el enemigo en contra de nuestro sistema, sino por las muertes, robos, incendios, saqueos, violencias, extorsiones y demás excesos que hubiese cometido contra el derecho de la guerra”.
Para justificar la medida, “cuyo carácter extremo el mismo reconocía, San Martín afirmó que era esencial para la moral revolucionaria y como demostración ejemplar”, ya que tratar con indulgencia a un criminal como Landívar, “habría sido invitar a los realistas a interpretar su moderación como debilidad”, comenta Lynch. Expresó San Martín que “los enemigos se creen autorizados para exterminar hasta la raza de los revolucionarios, sin otro crimen que reclamar éstos los derechos que les tienen usurpados. Nos hacen la guerra sin respetar en nosotros el sagrado derecho de las gentes y no se embarazan en derramar a torrentes la sangre de los infelices americanos”.