Un útil diccionario descifró muchos.
Uno de los eruditos trabajos del doctor Vicente Osvaldo Cutolo (1922-2006), destacado historiador, biógrafo y bibliógrafo argentino, fue “Diccionario de alfónimos y seudónimos de la Argentina. 1800-1930”, publicado en 1961. Esta obra devela varios seudónimos o iniciales que tucumanos o personajes vinculados a Tucumán adoptaron en libros, folletos y, sobre todo, en producciones para la prensa periódica.
Por ejemplo, nos informa que Juan Bautista Alberdi, además de usar el conocido seudónimo “Figarillo”, firmó artículos como “Un ciudadano de la Confederación” o “Un vecino de esta ciudad”. El obispo José Agustín Molina firmó “J.A.M” su ensayo “Pasaje histórico. El templo de la virtud”, en 1816. Al gobernador Domingo García pertenecen las iniciales “D.G” en artículos de “El Restaurador Tucumano”, de 1821.
En Tucumán se editó, en 1821, con la firma de “Un coronel mayor del Ejército”, el opúsculo “Opiniones de los publicistas más célebres sobre las diversas formas de gobierno?”. El autor era el coronel Juan J. Dauxion Lavaysse. El doctor José Mariano Serrano, secretario del Congreso de 1816 y afincado en Tucumán, firmó “J.O.R” sus “Cantos consagrados a S.E. el Presidente de Bolivia?”, que se editaron en folleto en Chuquisaca y luego, en 1835, en Arequipa.
En Montevideo, en 1846, Gregorio Aráoz de La Madrid firmó “G.A. de L. M” el raro folleto “Origen de los males y desgracias de las Repúblicas del Plata?”. Y Paul Groussaac usó decenas de seudónimos, como “Candide”, “Dilettante”, “Fiacre”, “Graindorge”, “Junius”, “Graphis”, “Nichette”, “Petit Jean”, “Puck”, “Misogyne”, “Tom Pastell”, “Witness”, por ejemplo.