No celebró sesión el Soberano Congreso el 21 de diciembre de 1816. Entretanto, en Mendoza, el general José de San Martín iba ultimando sus esfuerzos para iniciar la campaña de Los Andes. En su clásica “Historia de San Martín”, Bartolomé Mitre detalla todos aquellos preparativos. Cuenta, por ejemplo que uno de los miles de temas que preocuparon al general fue el de las herraduras de las bestias. Luego de conversar largamente con herreros y arrieros, adoptó un modelo de herradura que envió al Gobierno, “encargando a un oficial la llevase colgada al pecho, como si fuese de oro, y la presentase al Ministerio de la Guerra”. Estaba convencido, expresaba, “de la imposibilidad de llevar a chile una caballería maniobrera (arma que nos da decidida ventaja por desconocerla en mucha parte el enemigo) sin llevar desde aquí caballos herrados”.
A ese respecto, necesitaba 30.000 “herraduras con doble clavazón”. Las mismas fueron forjadas en el espacio de dos meses, “trabajando día y noche en los talleres de la Fábrica de Armas de Buenos Aires y en las fraguas de Mendoza”. Otra cuestión importante era cómo transportar el pesado material de guerra salvando barrancos, atravesando torrentes, ascendiendo y descendiendo; y también, cómo se extraerían de los precipicios las zorras y las cargas que se pudieran desbarrancar.
Para el pasaje de los ríos, se ideó un puente de cuerdas de 60 varas y se envió para aprobación del gobierno el cable respectivo, con los mismos recaudos de la herradura. Para San Martín, era indispensable el auxilio “de dos anclotes y cuatro cables, de un peso capaz de poderse transportar a lomo de mula”. Con este aparato, “movido por cabrestante, se solucionaron las dificultades del paso”, dice Mitre.