Un debate con posturas a favor y en contra.
En la sesión del Congreso del 14 de diciembre de 1816, Tomás Godoy Cruz había planteado la necesidad de postergar la Constitución que el cuerpo debía proyectar, dado el estado actual del país. En la sesión del 16, se puso a discusión dicho planteo. Según la crónica de “El Redactor”, esto dio lugar a un largo debate.
Varios diputados adhirieron a la tesitura de Godoy Cruz, alegando experiencias extranjeras y “el estado de alteración y turbulencias de nuestras provincias, división de los ánimos de sus habitantes, trastorno en sus usos, costumbres y habitudes, producido por la revolución, etcétera”. Esto presentaba, a su juicio, un obstáculo al propósito de “constituir el país de un modo permanente”, y “mucho más si se atendía a la incompleta representación de algunos pueblos en el Congreso y a la ninguna de otros, ocupados por el enemigo”.
Contradijeron esto algunos diputados. Recordaron que otros países se habían constituido “entre el estrépito de las armas y en medio de los sacudimientos que los agitaban”. Y que acaso una Constitución sería el medio de “fijar la suerte del país”, y de al menos calmar, cuando no de extinguir, “el fuego de las discordias”, por el respeto que suscitaría “la calidad de permanente”. Los reglamentos provisorios, pensaban, no tendrían ese efecto.
Sobre todo, un país sin Constitución permanente, “y sujeto a continuas mutaciones, no podía prometerse un enlace ventajoso con nación alguna”. Era necesario advertir que, sin el auxilio de ellas, a pesar de nuestros esfuerzos no arribaríamos, o lo haríamos muy tarde, “al rango de los demás países que hacen figura en el globo”. En suma, “quedó indeciso el asunto”.