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BERNABÉ ARÁOZ. No se conoce su retrato auténtico. Éste fue pintado por Honorio Mossi muchos años después y sin que conste su fuente.

El día previo a su fusilamiento, entregó unos apuntes al cura de Trancas, Miguel Martín Laguna.


Entre los valiosos papeles familiares propiedad del tucumano Julio Marcos Aráoz Sal (1929 -1990), él me facilitó fotocopia de uno por demás interesante. Nada menos que el par de carillas en que el coronel Bernabé Aráoz, guerrero de la independencia y primer gobernador de Tucumán, un día antes de ser fusilado, enumeró lacónicamente sus últimas disposiciones. Dimos a conocer el texto íntegro y un comentario en un trabajo de 1997.

El momento culminante de esta historia se sitúa el 24 de marzo de 1824. Ese día, contra el muro sud de la iglesia de Trancas Viejo, fue fusilado Aráoz por un pelotón de milicianos del gobierno de Tucumán, sin formalidad de juicio alguna. Culminaba de esa manera uno de los episodios que prestan decorado sangriento a la época de las guerras civiles en la provincia: la puja por el poder entre Aráoz con el coronel Javier López. Este último era gobernador en ese momento y Aráoz, tras fracasar en su intento de derrocarlo una vez más, se había refugiado en Salta, de donde la Sala de Representantes logró extraditarlo.

El fusilamiento

Lo traía preso un grupo de soldados al mando de Juan Martín Ferreyra. Éste dio la orden de ejecutarlo (diría luego la explicación oficial) cuando Aráoz trató de escapar “seduciendo a la tropa”. Un día antes de enfrentar el pelotón, Aráoz redactó y entregó al párroco de Trancas, Miguel Martín Laguna, sus disposiciones testamentarias manuscritas. Inclusive, Laguna les agregaría, al pie, un par de renglones con su firma.

El capitán Joseph Andrews narra -según López se lo contó- que don Bernabé “había ofrecido 3.000 pesos por el rescate de su vida, pero se le había contestado que aún 10.000 no bastaría. Visto esto, preparóse a aceptar valientemente su destino sin vacilaciones. Fue su última acción fumar un cigarrillo de papel del que, al estar casi consumido, hizo caer la ceniza con los dedos al mismo tiempo que exclamó filosóficamente: ‘la existencia humana es como esta ceniza’. Luego sometióse a la sentencia sin temor”.

Un testigo y dos historiadores

Según el general José María Paz, que conoció y trató a Aráoz “jamás se inmutaba, ni he sabido nunca que se le viese irritado; su exterior era frío e impasible, su semblante poco atractivo, sus maneras y hasta el tono de su voz lo hacía más propio para llevar la cogulla (hábito sacerdotal) que el uniforme de soldado; prometía mucho pero no era delicado para cumplir su palabra; por lo demás no se le conocía más pasión que la de mandar y si merece que se le dé una clasificación de caudillo era un caudillo suave y poco inclinado a la crueldad”.

La impresión del historiador Ricardo jaimes Freyre, es que Aráoz era “perspicaz y astuto, lleno de ambición y de fé en si mismo, resuelto y tenaz en la persecución de sus propósitos, fácil y liberal en los premios, rara vez duro y nunca cruel ni sanguinario en los castigos, capaz de lanzarse a cuerpo perdido en una aventura política y de arriesgar fortuna y vida para conservar su predominio. Eludía con cuidado los conflictos pero los afrontaba audazmente cuando los creía inevitables.”

En cuanto a Juan B. Terán, no acepta la versión del intento de fuga que pagó con su muerte: ”no puede caber duda que la ejecución fue ordenada por el gobierno; un oficial subalterno no podía asumir sin orden tamaña responsabilidad”.

Cuentas complicadas

El testamento de Aráoz revela las complicadas cuentas que enredaban la fortuna de quien fue uno de los hacendados más poderosos de la provincia. Lo titulaba “Apuntes que hago en artículo de muerte y entrego al Sr. Cura y Vicario Dr. Dn. Miguel Martín Laguna”. Transcribimos su texto con mínimas correcciones de ortografía y puntuación. No tenía el preludio habitual de los documentos de este tipo. Pasaba directamente a sus créditos y deudas. Expresaba que “Juan Antonio Rodrigo, vecino de Jujuy, mandó una partida de estaño con destino a Buenos Aires y la entregué a Dn. Eduardo Sosa: era una porción considerable; dará razón del número que fue, Dn. José María Orueta”. Agregaba que “de este estaño en su mayor parte parece no gastó o vendió Dn. Eduardo Sosa algunas barras.” Añadía que José Rodrigo, hermano de Juan Antonio, “tomó muy pocas de cuenta del Estado”, y “me inclino a pensar que tomó algunas el general Belgrano”.

Deudas y créditos

Pasaba a otra cosa. Había comprado a Godoy “7 cuadras de naciente a poniente y media legua de sur a norte. Otro retazo de terreno compré a Salinas en el mismo lugar: tienen un cuarto de legua de sur a norte y como 1 legua de naciente a poniente. Las tierras de Monteros son 5 cuadras y de sur a norte del río de Romanos al arroyo de cerca de Aranilla. La estancia que fue de Dn. Mariano Cossio en Los Arocas la compré. Dn. Rufino Cossio dirá lo que es”.

Detallaba otras operaciones. “El finado maestro Manuco Bustos me vendió dos o tres cuadras de frente y todo el fondo en la estancia de la Yerba Buena pegado a lo de Dn. Lorenzo Domínguez. En el sitio que tengo cerca de la Aduana tengo vendida a Bartolo Barros toda la cuadra que mira al poniente con 50 varas de fondo”.

Más cuentas. “Con Dn. Francisco Ugarte tengo una cuenta pendiente: yo le tengo dados 100 pesos, que por el dí a Dn. Miguel Padilla 18 bueyes a 6 pesos y como 900 pesos en unos recibos de cajas de fusil que endosé en su favor para que pague el Diezmo. Él me tiene dadas 14 fanegas de maíz de Diezmo, un buey que tomé suyo, unas piedras para el molino que me dijo valían 80 pesos y como 60 cabezas de ganado que (papel roto) Diezmo en 4 años a 12 reales, también como 40 potrillos a 5 reales”.

Siguen las cuentas

Con don Borja Aguilar, consignaba, “tengo otra cuenta: él me suplió 100 pesos porque me debía unas piezas de bayeta; si me las paga debo los 100 pesos y si no me deberá un pico, él dirá. Al dicho don Borja se le deben como 200 pesos que suplió de cuenta del Estado y no documentó. Tengo cuentas pendientes con Dn. Blas Valiente o la testamentaría de Dn. Anselmo Sáenz Valiente; como ya no me han dejado nada en casa se le puede ceder los sueldos que me debe el Estado”.

Finalmente apuntaba que “la testamentaría del D. Peralta debe a Dn. José Allende, de Córdoba, como 500 pesos que los abonará la testamentaría de mi hermano Dn. Pedro Juan, o se venderá la estancia de Anta para pagar, y como se ha pagado muchos pesos por esa testamentaría y se acabó el ganado que tomó mi hermano, creo que lo que quede de Anta pertenece a dicho mi finado hermano”.

“El dirá lo que es”

Después de la firma y la fecha 23 de marzo, agregaba: “quiero que mi mujer sea mi único albacea y que ella haga inventario de los pocos bienes que quedan”. Al fin del texto, con letra y firma de Laguna, había unas líneas tituladas “comunicato”. La primera estaba testada, y decía “A la Jacinta mulata esclava que se le dé una cuadra de terreno en la Yerba Buena”. Sin testar, decía “suplica a su mujer por la libertad de Antonino, pues es herencia suya total, y puede acceder o no a hacerlo”.

Nadie duda el interés que tiene para los historiadores el testamento de Bernabé Aráoz: permite conocer sus operaciones comerciales, el número de sus propiedades, la gente con quién tenía negocios, etcétera. Pero, para nosotros, lo más importante de este texto es que muestra cómo un simple apretón de manos sellaba una operación. De allí la expresión de Aráoz sobre sus créditos: “él dirá lo que es”. Otros tiempos, otros hombres.