Vejámenes al futuro obispo Colombres.
Desalojado del gobierno de Tucumán el general Celedonio Gutiérrez el 25 de diciembre de 1853, después de la derrota de Los Laureles, el nuevo mandatario, José María del Campo, sometió a persecuciones a todos los vinculados a Gutiérrez. Incluyó a miembros de la familia Colombres, uno de los cuales, el doctor Ezequiel Colombres, era hijo político del derrocado.
En marzo de 1854, el doctor Colombres, antes de partir a Bolivia exiliado con su suegro, escribió al Director Provisorio de la Confederación, general Justo José de Urquiza, una larga misiva detallando los atropellos. Muchos años después, la carta sería publicada, junto con la respuesta de Urquiza, por Abraham Maciel, en “El Orden” del 31 de diciembre de 1924.
Uno de los párrafos expresaba: “el furor de venganza que anima al actual Gobierno de Tucumán es tal, que no ha respetado siquiera a un ciudadano que en cualquier otro país sería el objeto de la veneración pública; a un ciudadano que además de lo que le debe la provincia de Tucumán en su industria y en su riqueza, es el único que vive, o más bien la única reliquia que queda a los argentinos, del heroico Congreso que, en 1816, juró nuestra Independencia”.
Se refería al doctor José Eusebio Colombres, futuro obispo de Salta. “Este venerable anciano ha tenido el dolor, en el último período de su vida, de verse encarcelado por muchos días y sacado a un campamento entre lanceros, como un malhechor, experimentando mil vejámenes hasta que sus amigos oblaron 2.000 pesos para calmar la sed de oro de sus perseguidores, y lo hicieron fugar a un rincón oscuro de esta provincia, en donde permanece sin que se le permita volver a dejar sus huesos en el suelo que lo vio nacer”.