Imagen destacada
CON EL PRESIDENTE. El presidente provisional, general Pedro Pablo Ramírez, llega de visita a Tucumán, en setiembre de 1943 y posa junto al interventor Alberto Baldrich (izquierda)

La tonante gestión del comisionado Alberto Baldrich, fue acompañada por notorios militantes del nacionalismo.


Como se sabe, el 4 de junio de 1943 un golpe militar derrocó al presidente Ramón S. Castillo. El Ejército asumió entonces la conducción de la República, con los sucesivos generales presidentes Arturo Rawson (sólo por 3 días), Pedro Pablo Ramírez y Edelmiro J. Farrell. Esto hasta las elecciones de 1946, que llevaron a la primera magistratura al general Juan Domingo Perón.

Durante la presidencia de Ramírez (quien visitó Tucumán en setiembre de 1943) la provincia fue escenario de un singular experimento nacionalista, que es interesante narrar. Lo condujo el interventor federal, doctor Alberto Baldrich, quien asumió sus funciones del 24 de agosto de 1943. Todos sus colaboradores eran primeras figuras del nacionalismo argentino: los ministros Héctor Bernardo, Adolfo Silenzi de Stagni, Rodolfo Martínez Espinosa, Ramón Doll. El fiscal de Gobierno era Federico Ibarguren, luego interventor de la Municipalidad. Al frente del Consejo de Educación estaba Nimio de Anquín y como interventor en la UNT se designó a Santiago de Estrada.

ALBERTO BALDRICH. El comisionado pronunciaba con frecuencia enfáticos discursos.

La prensa, cuidado

En vez de jurar en el Salón Blanco, Baldrich lo hizo en los balcones de la Casa de Gobierno. Su encendido discurso exaltó al Ejército y a la Marina. Consideraba a las Fuerzas Armadas “la orden de caballería de la Nación” y la “primera institución social en solidez, homogeneidad y depuración”. Entendía que “todo argentino queda definido primariamente como el Soldado de la Patria”.

Pronto el periodismo supo a qué atenerse con Baldrich. Llamó a los directores de diarios y les advirtió que –mientras preparaba un reglamento sobre su actividad- debían concentrarse en “la crítica constructiva”, evitar “el sensacionalismo” y “dar privilegio a las doctrinas de la Patria”, ya que “la difusión exagerada de noticias extranjeras excita a la opinión pública y divide sus sentimientos”. En setiembre, suspendió por un mes al periódico local “El Norte” y secuestró su edición. Luego, procedió a clausurar el diario “La Unión” por “tiempo indeterminado”.

DEPORTES. Baldrich dirigiendo un torneo de esgrima, en el Club de Natación y Gimnasia

Comisiones y Justicia

Además, creó un “Registro Provincial de Idoneidad Personal”, que guardaba el “curriculum” de todo agente del Estado, así como el de quienes aspirasen a un empleo en la administración, y un “Registro Provincial de Bienes de los Empleados Públicos”.

Luego, vinieron las “comisiones investigadoras”. Una indagaría en la concesión, prorrogada 6 años atrás, a la Compañía Hidro Eléctrica de Tucumán. Sus oficinas de Buenos Aires fueron allanadas. La otra comisión estudiaría los supuestos negociados en la pavimentación de la ciudad.

Puso en marcha también la “Comisión Investigadora de la Industria Azucarera”, resuelta por el Gobierno Nacional, que tendría ásperos roces con los industriales.

MINISTRO DE LA NACION. El presidente Edelmiro J. Farrell toma juramento a Baldrich como ministro de Justicia e Instrucción Pública, en mayo de 1944

El Poder Judicial de Tucumán fue puesto en comisión. Removió a toda la Corte Suprema –salvo a su presidente Juan Heller, quien renunció poco después- y a cinco jueces. También disolvió la comisión directiva del Colegio de Abogados, argumentando que la integraban figuras de “los extinguidos partidos políticos”, que habían transformado al Colegio en un centro partidario.

Servicios eléctricos

En diciembre, Baldrich declaró caduca la concesión de la empresa Tranvías Eléctricos del Norte S.A. y puso los tranvías bajo el control de un nuevo organismo, la Dirección Provincial de Transporte.

Avanzó sin vacilar sobre los servicios de energía. La investigación a la Hidro Eléctrica terminó con la revocación de la concesión y la expropiación de sus bienes, además de la rebaja de un 10 por ciento en las tarifas. En un inflamado discurso, Baldrich afirmó que la Hidro Eléctrica era subsidiaria de ”un gran organismo financiero extranjero”, la Electric Bond Share Company, que se repartía cuantiosos dividendos. Además, expropió la usina de Monteros, compró la de Villa Alberdi, expropió las de Acheral y de Aguilares y declaró caduca la concesión de la usina de Concepción.

Para los agentes estatales, instituyó el “salario familiar”; adoptó el Estatuto del Empleado Público sancionado por el Gobierno Nacional y dictó el Estatuto del Servicio Civil de la Provincia.

Carne, papa, alquileres

La crisis económica traía alza de precios y desabastecimiento. Al ocurrir la gran suba de la carne, declaró de utilidad pública y sujeto a expropiación todo el ganado vacuno de la provincia y las reses faenadas del Frigorífico Municipal. Esto además de lograr preferencia en el transporte mensual de 300 jaulas de hacienda de Formosa a Tucumán.

Frente al precio de desastre de las papas, dispuso adquirir y comercializar esa producción. Incautó los vagones que llevaban papas a Córdoba y al litoral, y prohibió la salida de cualquier remesa sin que la autorizara un nuevo organismo que creó: la Comisión de Control de Precios y Abastecimiento.

BAILE EN LA PLAZA. Baldrich organizaba fiestas populares. Esta foto de diciembre de 1943 lo muestra bailando, al centro de las parejas, frente a la Casa de Gobierno.

También operó sobre los alquileres. Redujo en un 50 por ciento los de las casas de inquilinato, un 20 por ciento los de las viviendas de la ciudad y un 18 por ciento en las casas del interior. Desarrolló una espectacular campaña contra los prestamistas usurarios, con arrestos y con embargos de importantes sumas en cuentas bancarias.

Gremios y creaciones

Propugnó resueltamente la constitución de gremios. A su juicio, la Patria ya no era “una muchedumbre sin forma y sin vigorización vocacional”. Sostenía que “la afirmación de la justicia social argentina requiere la organización gremial”, porque “el gremio es el núcleo central entre el individuo y el Estado”. Así, en marzo de 1944, quedaba constituida la Unión General de Trabajadores de la Industria Azucarera, y al promediar ese año estaban integradas en Tucumán 85 entidades obreras y 25 patronales.

Otras medidas de la intervención Baldrich y del interinato de su ministro Silenzi de Stagni, fueron la expropiación del ingenio Ñuñorco; la expropiación de las 140 hectáreas del paraje de Ibatín, primer asiento de la ciudad; la compra del molino harinero de Villa Alberdi, por ejemplo. Creó la Escuela Infantil de Artes Plásticas, la Dirección de Cultura Física, la Cámara de Alquileres, la Junta de Represión del Alcoholismo y reabrió la Escuela de Policía.

Bandera a media asta

Los funcionarios de Baldrich –todos, dijimos, del Estado Mayor nacionalista- pusieron en un problema al Gobierno Provisional. Cuando la Argentina declaró la guerra a Alemania (enero 1944), el interventor municipal Ibarguren, en protesta, puso la bandera a media asta y lo mismo hizo el rector interventor Estrada, en la UNT. Ambos serían procesados por la Justicia Federal.

El gobierno traía, de vez en cuando, a disertantes nacionalistas de ideas ultramontanas. Uno de ellos, el pintor Juan Ballester Peña, según la crónica periodística, “no se mostró partidario de la participación de la mujer en la creación artística, haciendo recaer en ella lo que llamó ‘afeminamiento en el arte o arte viriloide’, y que según su pensamiento prima en estos tiempos en las exposiciones”…

A Baldrich le encantaba hablar en público. A lo largo de su gestión pronunció múltiples discursos, así como disertaciones por radio y conferencias. Tenía una prosa enfática y de barricada, llena de expresiones hispanistas y de propuestas de restaurar tradiciones.

LOS ÚLTIMOS AÑOS. Una fotografía de Alberto Baldrich de 1973

Teatro y arquitectura

Glorificaba con fervor al Ejército y a la religión católica. La ciudad humana era “reflejo de la ciudad celeste, de la cual participamos a través de la Iglesia. Toda sociedad buen constituida es de hecho cristiana”, afirmaba.

Sobre la educación, sostenía que en la escuela debía enseñarse la Historia “desde un punto de vista revisionista y rectificador”. Fomentaba las fiestas y las diversiones populares. Incluso organizaba bailes frente a la Casa de Gobierno, de los que él mismo participaba.

Alentaba también el teatro local. Pero “con arquetipos sencillos, nobles y limpios”. Así, declaraba “terminantemente excluidos los argumentos de pasiones morbosas, de pistoleros y de presidiarios, propios de las decadencias; argumentos que no hacen más que denigrar y encanallar el arte popular”.

Le preocupaba la arquitectura, como “arte político por excelencia”. Esperaba que Tucumán propiciase “con su estética edilicia, el arte colonial”, con “sus paredes blancas, sus viejas recovas y sus verjas con flores”. Afirmaba que “la afirmación de una orientación histórica se manifiesta siempre en el estilo arquitectónico”.

Al gabinete nacional

La gestión de Baldrich terminó el 2 de mayo de 1944, cuando el presidente Farrell (quien había sustituido a Ramírez al finalizar febrero) lo designó ministro de Justicia e Instrucción Pública de la Nación: en el gabinete ya estaba Perón, como ministro de Guerra.

La intervención quedó a cargo, interinamente, del ministro Silenzi de Stagni. El 4 junio, primer aniversario de la revolución, una manifestación nacionalista recorrió las calles hasta la Casa de Gobierno. En un tonante discurso desde los balcones, Silenzi afirmó que estaba en manos de ”la juventud nacionalista” la “recuperación y conservación del patrimonio argentino”.

El 19, Silenzi de Stagni entregó su cargo al nuevo interventor, Francisco Ramos Mejía, quien estuvo menos de un mes: renunció por haber dimitido el ministro del Interior, general Luis César Perlinger. El 13 de agosto, asumió el cargo el almirante retirado Enrique B. García, quien permanecería hasta la normalización constitucional de 1946.

Marcha atrás

La experiencia nacionalista de Tucumán había terminado definitivamente, con la salida de Perlinger del gabinete nacional. García se preocupó por tomar distancia respecto de Baldrich y de sus espectaculares medidas. Reconoció que el comienzo de la revolución en Tucumán, había suscitado “una notable alteración en el ritmo de la vida administrativa, política y social”. Y que, en la nueva etapa, el gobierno procedería “atemperando las disposiciones extremadas y derogando las que no consultaran reales aspiraciones colectivas”.