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MARTÍN GÜEMES. Jefe supremo de los gauchos, se las arregló para convertirse en la pesadilla cotidiana de los realistas.

Las milicias criollas de Martín Güemes, en 1817, obligaron a retirarse de Jujuy y de Salta a los invasores españoles.


Hace exactamente dos siglos, entre diciembre de 1816 y mayo de 1817, las milicias gauchas de Martín Güemes lograron que se retiraran maltrechos, de Salta y Jujuy, los realistas que las habían invadido por tercera vez. Lo más notable es que los jinetes patriotas se las arreglaron para desalojar de esas provincias a un ejército regular y experimentado, sin la ayuda de una fuerza similar y contando sólo con su coraje y con su energía.

En efecto, el Ejército del Norte, acuartelado en Tucumán, no participó en la gesta: se limitó a enviar 200 hombres al mando de Gregorio Aráoz de la Madrid, que lograron tomar Tarija y luego debieron replegarse en derrota hasta Tucumán. El historiador Bernardo Frías, en su “Historia del General Martín Güemes” (ocho tomos cuya publicación empezó en 1902), ha narrado con minucia esa epopeya, nada conocida por la inmensa mayoría de los argentinos.

El general La Serna

Hay que recordar que las tres campañas militares al Alto Perú habían fracasado, con las derrotas de Huaqui (1810), de Ayohuma (1813) y de Sipe Sipe (1815). Así, mientras en Tucumán sesionaba el Congreso de la Independencia, los realistas dominaban por completo toda la actual Bolivia.

En julio de 1816, Joaquín de la Pezuela fue nombrado trigésimo noveno virrey del Perú. Lo reemplazó en la jefatura del ejército real el general José de la Serna y Martínez de Hinojosa, condecorado y orgulloso mariscal de campo, que se había destacado en España en la lucha contra los franceses. Su segundo jefe era Gerónimo de Valdés, futuro conde de Torata y también afamado por sus méritos de guerrero.

Promediaba 1816 cuando los realistas, acantonados en Cotagaita, empezaron a proyectar la invasión a Jujuy y Salta, como primer tramo. Desde allí, La Serna planeaba tomar Tucumán, Córdoba y finalmente, “hacer tremolar el pabellón real en las murallas de Buenos Aires”.

Ocupación de Jujuy

Según los cálculos de Frías, contaba con unos 7.284 soldados -con sueldos pagados al día- la mitad de ellos nacidos en España, además de 16 cañones, 500 mulas de carga, 1.000 caballos y 1.000 mulas de silla. Con tan fuerte respaldo, no los inquietaban los 2.500 ó 3.000 hombres del Ejército del Norte en Tucumán. Esta era la única fuerza importante del gobierno patriota, ya que el ejército de San Martín marchaba a la campaña de Chile. Además, la toma de Montevideo por los portugueses y el inminente envío de la expedición de Morillo a América eran sucesos que alentaban su ambición.

En los últimos días de diciembre de 1816, La Serna ordenó a Pedro Olañeta avanzar sobre Jujuy. El 24 tomaron Yavi y el 6 de enero de 1817 entraban en Jujuy, entre los fuertes tiroteos de la guerrilla patriota de Martín Güemes. “No dude usted que el enemigo carga hasta Tucumán y más adelante, según sus miras. Yo y mis camaradas los salteños lo deseamos con impaciencia, para batirle su orgullo”, escribía Güemes a Belgrano.

Todos en armas

Todo el pueblo salteño tomó las armas, desde los niños hasta los viejos. Muy pronto los hombres de La Serna vivirían el impensado drama de enfrentarse con estos habilísimo jinetes, que compensaban su precario armamento con un arrojo y una decisión a toda prueba. Los realistas afirmarían más tarde que debieron librar, como promedio, un combate cada tres días.

No fueron batallas campales, donde el ejército del Rey pudiera desplegarse en línea. Se trató sobre todo de sorpresivas emboscadas y súbitos ataques de guerrilla. Los gauchos usaban, con feroz destreza, lanzas y cuchillos, además de su temible lazo. Además, las mujeres constituían la inteligencia de los patriotas, ya que les suministraban valiosos datos sobre los movimientos del enemigo.

Valientes gauchos

En esas acciones, cuyo jefe supremo y directo participante en muchas de ellas era Martín Güemes, los escuadrones gauchos estaban al mando de hombres como Manuel Eduardo Arias, Apolinario SaraviaJuan Antonio RojasÁngel Maríano ZerdaFrancisco “Pachi” GorritiJorge TorinoPablo LatorreLuis BurelaBonifacio RuizMariano ZavalaMartín “El Costeño” Morales, Lorenzo MaurínManuel Álvarez PradoManuel de la Corte, para citar sólo los principales nombres.

Demandaría varias páginas consignar el detalle de los innumerables ataques de los gauchos, que el historiador Frías consigna con precisión de fechas y de resultados. Además de los suburbios de Salta y de Jujuy, el Valle de Zenta, Orán, Zapla, Perico, San Pedrito, Humahuaca, Los Alisos, Volcán, La Caldera, Bañado, Cerrillos, El Comedero, Sumalao, Chicoana, Tilcara, la Quebrada de Chañi, Los Sauces, Chorrillos, Huacalera, son sólo algunos nombres de los parajes donde se produjeron los encuentros. En realidad, sí se piensa bien, prácticamente no existe un punto, en la geografía de Salta y Jujuy donde no haya tenido lugar alguna de estas memorables acciones.

Salta ocupada

Obstinado por derrotar a milicias campesinas que creía muy inferiores a su experto ejército, La Serna marchó de todos modos sobre Salta, ciudad que ocupó el 15 de abril de 1817. Como le ocurría con Jujuy (donde dejó a Olañeta con cerca de un millar de hombres), pronto se dio cuenta de que estaba verdaderamente sitiado por los gauchos. Cada salida del recinto urbano para arrear ganado o para forrajear sus cabalgaduras se convertía en una peligrosa aventura, por los ataques de los gauchos. Era una continua pérdida de hombres, de armamentos y de caballos.

A mediados de abril de 1817, La Serna quiso moverse para atacar de flanco a Belgrano en Tucumán -previo tomar Catamarca- por los Valles Calchaquíes. La expedición, en tres columnas, resultó un estrepitoso fracaso, y sus jefes debieron ordenar el repliegue a Salta, adonde llegaron descalabrados. Uno de ellos, el coronel Vicente Sardina, condecorado jefe de la caballería real, fue gravemente herido en el combate de la hacienda de Bañado y murió pocos días después.

Retirada realista

A comienzos de mayo, La Serna reunió a sus oficiales en consejo de guerra. Todos estuvieron de acuerdo en que no había más remedio que poner fin a la desdichada campaña, abandonar las provincias ocupadas y volverse al Perú. Así, La Serna evacuó Salta sigilosamente, la noche del 4, y siempre acosado por las guerrillas de Güemes, entró el 7 en Jujuy. De inmediato tomó las medidas para que todo el ejército real rumbeara hacia el Perú. Primero salió Olañeta, el 13, y el 21 lo siguió La Serna, con el resto de la fuerza.

A lo largo de todo el trayecto, debieron afrontar casi a diario las violentas acometidas de los gauchos que parecían brotar de la tierra. Seguían perdiendo soldados, monturas, víveres. En el Abra de Volcán, por ejemplo, el combate duró desde las 9 de la mañana hasta la puesta del sol. Por fin, el 17 de junio, congelado y maltrecho, la Serna llegó a Tupiza con sus soldados. Olañeta arribó recién el 10 de julio, “con toda su caballería a pie”.

Grandes pérdidas

El historiador Frías, haciendo un porcentaje entre las referencias de los partes de ambos bandos, calcula que, en total, La Serna perdió 4.000 hombres en los encuentros con las milicias gauchas. El plan de marchar desde Salta y Jujuy sobre las Provincias Unidas había resultado una fantasía. La Serna no pudo avanzar un metro más allá de la frontera salteña. Los cinco meses de invasión transcurrieron con un ejército encerrado en las ciudades, que no lograba superar el sitio permanente de las milicias gauchas.

No suele recordarse esta instancia heroica de la guerra de la Independencia. De ella se cumple el bicentenario, en los meses que vamos transcurriendo. Sin la acción de los hombres de Güemes, es más que probable que los realistas hubieran tomado Tucumán, Santiago del Estero y Córdoba, hasta llegar a Buenos Aires, donde no había un ejército para resistirles.