Anécdota del presidente Roca y un reportero.
En unas “Reminiscencias periodísticas” publicadas en “Fray Mocho” en 1912, Alejandro Ghigliani narraba cierta hazaña de un reportero del vespertino porteño “El Tiempo”. Corría el año 1902. Al presidente tucumano Julio Argentino Roca le había caído simpático el periodista, y este visitaba su casa todas las mañanas para pescar información. El tema del momento era la posibilidad de una guerra con Chile.
Un día trascendió que no habría guerra. Se habían firmado con Chile dos pactos de paz y amistad. Todos querían conocer el texto, pero estaba acordado que los gobiernos no lo harían público hasta tres días después. Esa mañana, el joven volvió a la casa de Roca, pero el secretario le dijo que esperara, porque el general estaba reunido con el canciller Amancio Alcorta. Entonces, se sentó en una silla y apoyó la cabeza contra la delgada pared.
De pronto, su adrenalina subió al límite. En el cuarto vecino, Alcorta leía “en voz alta y comentándolo, al general Roca, el tratado internacional cuyo texto debía permanecer oculto por tres días todavía; y la pared transmitió al reportero, como el tubo telefónico, todas las palabras”. El joven, en un enorme esfuerzo de memoria, logró retener párrafos enteros de lo que oía. Al terminar la lectura, salió volando de la casa y en un bar escribió lo que su memoria le dictaba.
Esa tarde, “El Tiempo” lanzaba una edición extraordinaria con el texto del tratado “trasmitido cablegráficamente de Santiago de Chile”, decía. Al día siguiente, el reportero volvió a la casa de Roca. Éste le preguntó, muy serio, en presencia de Alcorta, de dónde habían sacado el material. Tartamudeando, le respondió que de un “corresponsal altamente colocado”. Roca sonrió, rezongó Alcorta, y el general terminó el asunto con un “¿No le dije, doctor?”. Así quedó terminado todo, “previo sermón sobre la responsabilidad periodística, el patriotismo, los corresponsales, etcétera”.