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UN ESTABLECIMIENTO DE 1892. "La Estadística Gráfica" de ese año, publicaba el dibujo de una peladora de arroz tucumana, propiedad de Francisco Rivas. LA GACETA / ARCHIVO

Buena producción pero maquinaria atrasada


El arroz es un antiguo cultivo de Tucumán. En 1872, Arsenio Granillo afirmaba, en su “Provincia de Tucumán”, que todavía carecíamos “de establecimientos formales para esta industria, que recibirá un impulso extraordinario tan luego como los medios de transporte a Córdoba y al litoral faciliten, por su baratura, la exportación”. Hay que recordar que el ferrocarril de Tucumán recién llegará en 1876.

Describía que el cultivo del arroz “consiste en sembrarlo en canteros y tenerlo siempre empapado de agua, para matar la maleza, hasta que uniéndose sus hojas impiden el nacimiento o crecimiento de aquella. Después, no hay más que dejarlo crecer, espigar y madurar, para segarlo y trillarlo inmediatamente”.

Advertía que, en Tucumán, la máquina para pelar el grano era muy atrasada. “Consiste en un molino de solera de piedra y una tabla volante de ceibo que rueda sobre ella, movida por agua, con la que se desprende la cáscara gruesa, completándose la operación con morteros de madera que, si bien separan el grano de una ligera corteza que aún le queda y que no puede extraerse en el molino, despedazan a aquel”.

A pesar de todo, advertía Granillo, “el arroz tucumano es de muy buena calidad, y cuando esta industria cuente con los medios de beneficio correspondientes, podrá competir con el mejor del mundo”. Se cosechaba anualmente “unas 60.000 arrobas” y se lo vendía en las provincias vecinas y algunas veces en el litoral, “que será su mercado seguro cuando los fletes, tan altos hoy, le faciliten su salida”.