Las ponderaciones del historiador Molinari.
El historiador Diego Luis Molinari valora los primeros tiempos del Soberano Congreso de las Provincias Unidas, congregado en Tucumán en 1816. Apenas instalado, dice, “la preferente atención de los congresales fue dirigida a solucionar los problemas interiores”.
La decisión sobre cuestiones urgentes se dilató, a causa de “la división escandalosa de los pueblos, la ausencia de muchos representantes y los temores de que la soberanía residente en la asamblea fuera desconocida”. Las “prácticas conciliatorias” se intentaron. “Pero, mientras la esperanza de los congresales reposaba ingenuamente en la presunta buena voluntad de los pueblos, estos acarreaban sucesos de grave trascendencia para el orden nacional”.
Molinari no acepta la apreciación de que el Congreso perdía el tiempo en discusiones escolásticas. “Nada más inexacto”, afirma. “La política del Congreso consistía en representar la totalidad de los pueblos comprendidos en los límites del Virreinato, a fin de librarse de los calificativos merecidos por la Asamblea de 1813”. Y, “mientras procedía a esta consolidación de una autoridad que solamente era reconocida por una parte del país, se produjeron los sucesos de Sant1a Fe (el Pacto de Santo Tomé, con sus antes y después), determinantes no sólo de la elección del Director sino de posteriores y más graves complicaciones”.
Apunta que, “para desmentir la versión de la inactividad del Congreso, basta recordar que desde el 24 de marzo hasta el 3 de mayo las sesiones fueron casi diarias, dedicadas a los problemas políticos más arduos del interior y acerca de su propia legitimidad”.