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PÍO IX. Recibió en el Vaticano a Juan Bautista Alberdi, el embajador de la Confederación Argentina. la gaceta / archivo

Media hora de conversación en Roma, en 1856.


El tucumano Juan Bautista Alberdi, diplomático de la Confederación Argentina, visitó al papa Pío IX el 6 de mayo de 1856. Acudió a la cita con uniforme y, luego de subir muchas escaleras y cruzar muchas salas, fue recibido por el Santo Padre.

Entró a la habitación junto con el chambelán, quien se hincó, cuenta, “delante de un modesto sacerdote, vestido de hábito blanco que estaba sentado a la derecha, delante de una mesa pequeña y humilde. Era el Pontífice: hinqué yo también mi rodilla al entrar. Me acerqué a él e hinqué las dos, según el uso; entonces él me extendió la mano y me hizo levantar. Me pidió que me sentase y me indicó un escaño pequeño, que estaba delante de su mesa, apoyando yo si quería mis manos en ella”.

Narra Alberdi que Pío IX “demuestra la edad que tiene: sesenta y tres años. Está gordo, hay más bondad que gravedad en él”. Luego de que el tucumano le presentó la carta del presidente Justo José de Urquiza, se felicitó “al ver la disposición de aquella parte de América, por restablecer sus relaciones con la Santa Sede”. No conocía el problema entre la Confederación y Buenos Aires, y Alberdi se lo explicó rápidamente.

El Papa le contó que el representante porteño en París, había escrito a Roma pidiendo que no recibieran ni reconocieran a Alberdi. Pero, dijo, “nosotros no podemos excluir a nadie. El catolicismo, como lo dice su nombre, tiene por esencia la universalidad”. Hablaron durante una media hora. Apunta Alberdi que “al fin, su cara y su gesto eran toda bondad y franqueza para mí”. Antes de despedirse, Alberdi le prometió un “memorandum completo” de los asuntos argentinos en relación con Roma.