Las referencias del misionero Charlevoix.
En su “Historia del Paraguay” (1756), el misionero Pedro Francisco Javier de Charlevoix (1682-1761) dedicaba largos párrafos a San Miguel de Tucumán. Empezaba narrando el famoso episodio del ataque de indígenas capitaneados por el cacique Gualán, en 1578. Fue una incursión sangrienta, donde resultaron muertos numerosos vecinos, además de ser incendiadas muchas de las casas.
La ciudad hubiera quedado destruida -dice Charlevoix- si no hubieran aparecido “los apóstoles San Simón y San Judas, cuya fiesta se celebraba aquel día, en un torbellino de relámpagos que espantó a los bárbaros y los obligó a huir precipitadamente”.
Agrega que, más tarde, los calchaquíes trataron varias veces de atacar y someter la ciudad, “pero siempre inútilmente, y la piedad de los habitantes les ha hecho atribuir perpetuamente su conservación a la asistencia de sus santos protectores”. Como se sabe, las antiquísimas imágenes de San Simón y San Judas Tadeo se conservan hasta hoy en nuestra Catedral, sobre la nave izquierda, en el altar de San Miguel Arcángel.
Sobre la provincia en sí, dice Charlevoix que “apenas sería posible encontrar sitio más ameno, ni país más fértil. Por lo cual sus campos, sus valles, en una palabra todo su territorio, está cubierto de habitaciones, vergeles y jardines donde crecen la mayor parte de los árboles frutales del Antiguo y Nuevo mundo. Mas esta tierra de promisión, como la llaman los españoles, estaba infectada de tigres (?) hasta tal punto que nadie que no anduviese bien armado podía apenas dar un paso sin exponerse el riesgo de ser devorado por aquellos animales carnívoros”