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EL GENERAL MANUEL BELGRANO. Estatua del prócer en la Plaza de Mayo de Buenos Aires, inaugurada en 1873. LA GACETA / ARCHIVO

El mensaje de su triunfo de 1812 en Tucumán


Ayer se cumplieron 242 años del nacimiento (3 de junio de 1770) del general Manuel Belgrano, triunfador en la batalla de Tucumán del 24 de setiembre de 1812. En su “Ensayo” de 1882, Paul Groussac recuerda que aquel día Belgrano, “con la serenidad y rapidez del que ya siente que se ha vuelto un hombre del destino”, toma su pequeño y mal armado ejército y “sale al campo transfigurado, como si un anuncio misterioso le asegurara que va a fijar la suerte de la patria”.

“Sí, ese hombre fue grande en aquel día”, escribe Groussac. “Lo que aconteció aquí el 24 de setiembre, fue la lucha decisiva, el encuentro estrepitoso de dos ideas. Se vio la espada de la Conquista estrellarse en el escudo de la Libertad. En resumen, lo que engrandece a Belgrano no es un plan estratégico que no pudo preparar maduramente, sino la fe que tuvo en la idea cobijada debajo de esa bandera flamante, que iba a estrenarse en la batalla”.

De ese modo, “la batalla del 24 de setiembre es algo más que un glorioso hecho de armas: es la toma de posesión del continente sudamericano por la revolución. Es el primer día de la hégira republicana”.

Porque “desde entonces, la independencia argentina se volvió un hecho indestructible: los patriotas conocieron su fuerza y los realistas su debilidad. La batalla de Tucumán es el primer canto de la epopeya que, desde Panamá hasta Buenos Aires, escribirán con su espada Belgrano, Bolívar y San Martín. Ella no anuncia un general de genio a los pueblos del Plata, sino una nación de fibra y valor a sus hermanas del continente”.