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VERANEANTE DE LOS '20. Comiendo un trozo de asado en Tafí del Valle, con pantalón y zapatos de ciudad. LA GACETA / ARCHIVO

Las recomendaciones vigentes en 1919


Una de las amenas “Notas tucumanas” de 1919 que publicaba el destacado periodista Rodolfo Romero (1880-1957) en “Caras y Caretas”, narraba los preludios de un viaje a caballo (no existió un camino carretero hasta 1943) a Tafí del Valle.

“Aún no está escrito, que yo sepa, un buen manual del viajero. Es cosa muy distinta el viajar en tren, o en vapor, donde lo viajan a uno, que viajar por cuenta propia; es decir, usando los medios naturales, a pie o a caballo”, escribía. Recordaba que es común olvidar lo necesario y cargarse de cosas superfluas. Conocía gente que “para largarse por los cerros a 3 y 4.000 metros, se proveen de un elegantísimo traje entallado, que hace las veces de traje de papel de seda en cuanto la montañita empieza a mandarnos su airecillo jorobador”.

En la rueda de amigos, ponderaban a Romero los riesgos de la senda estrecha, de los precipicios y del clima. “Usted sale muriéndose de calor y a mitad del camino se hiela”, o en plena cumbre debe aguantar una lluvia con viento.

Finalmente, salió de compras con un conocedor. Este se proveyó de “trajes abrigados, camisetas, botas, bufandas, gorras de orejeras, sobretodo, poncho, frazadas, sombrero, ‘breeches’, etcétera”. Luego, le dijo: “vamos a buscar lo primero y principal”.

Compraron un costillar de vaca, latas de conservas, cigarrillos y fósforos. Finalmente, anteojos “para regalar”. Le explicó que el mejor regalo para un tafinisto nativo eran “anteojos de vidrios verdes, negros, azules, amarillos, de cualquier color”. Acaso con ese obsequio podían obtener gratis un poncho o un queso, le dijeron a Romero.