En los recuerdos de Zenón J. Santillán.
Un texto de Zenón J. Santillán (1849-1910), en su periódico “Gil Blas”, en 1890, describe de paso la iglesia de San Francisco tal como era en la segunda mitad del siglo XIX. Es decir, antes de que se edificase la actual, hoy clausurada y en peligro de derrumbe.
Expresa Santillán que “la iglesia antigua ocupaba el mismo sitio que la actual. Su retablo de madera tallada y dorada, trabajo de los jesuitas, sus primeros dueños, era una verdadera obra de arte, al decir de las gentes de ese tiempo”. También “su púlpito, de igual tipo y arquitectura, con una paloma en su techo o bonete, representación del Espíritu Santo”.
Luego, “dando frente al sur, donde es ahora la portería del convento, existía una capilla que -si no es infiel nuestra memoria- se llamaba Del Sacramento”. En ella, “también su altar, retablo y confesionario eran como de los de la iglesia; de madera tallada, con las mismas molduras y columnas retorcidas como roscas de alfeñique, y unos ángeles tan robustos y coloradotes que cualquiera hubiese creído, al verlos, que les hubieran pegado un tomate en cada mejilla”.
En cuanto al convento, “era más o menos lo mismo que ahora, es decir su ubicación”. Sus claustros “datan de hace poco, pues los antiguos eran galerías iguales a las del Cabildo. Columnas gruesas y petisas y arcos de medio círculo, con más flecha unos que otros”. Es decir, “el mismo tipo de arquitectura colonial que se encuentra en todo lo que fue el Virreinato, como recuerdo de los conquistadores que tomaron muchas cosas buenas a los conquistadores de ellos, los moros, menos su buen gusto” En cuanto a las celdas, “eran piezas grandes, con puertas pequeñas y macizas, siendo de una mano las interiores que daban a los patios y canceles”.