Una reprimenda por los puntos suspensivos
“Memorias de un chango tucumano” es un bello libro póstumo de Ramón Alberto Alderete Núñez (1919-1999) editado por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT en 2003. Narra allí el memorialista una anécdota de su niñez, vinculada con el famoso Juan Alfonso Carrizo. Cuenta que conoció a “El Gordo” -como todos le decían- en la casa de sus padres, cuando “se acercó, con su figura de augusto cónsul romano, para alternar los platos de rica mazamorra con largas conversaciones sobre las tradiciones tucumanas y el decir poético de algunos juglares del noroeste”.
Y “por esa amistad”, dice, “recuerdo un severo llamado de atención que trataré de sintetizar. Llegó Carrizo a casa portando un ejemplar aún tibio del ‘Cancionero de Tucumán’, voluminoso libro donde el más grande recopilador americano -y quizá del mundo- había reunido ordenadamente las coplas recogidas en Tucumán. Entre ellas está la muy famosa de ‘Antonino fue por vino’…, cuyo último verso habla del castigo recibido por el pobre Antonino en su pobre anatomía, en un lugar disimulado con una letra ‘c’ y puntos suspensivos”.
Cuando la charla de Carrizo con sus padres ya “iba por otros rumbos”, cuenta Alderete Núñez, “tomé el libro y hojeándolo, descubrí la copla. Mis pocos años -no serían más de diez- y mi muy escaso aprovechamiento escolar no me permitieron comprender el uso de esos puntillos. Y apenas interrogué sobre su significado, mi padre -suave, pero severamente- sólo atinó a responder: ‘Deje el libro allí; los chicos no deben intervenir en las conversaciones de los mayores’. Eran otras épocas y otros estilos y sistemas de conducir la educación de los hijos. Es la explicación justa que merece la enseñanza recibida”.