De los tres de Tucumán, se aceptó sólo uno
En 1849, alguien preguntó el ex congresal de 1816, doctor Zenón del Corro, quién era el presbítero Manuel Antonio Acevedo. El anciano recordó con alegría “¡qué sentida oración nos pronunció en el día de la instalación del Congreso!”. En efecto, Acevedo, diputado por Catamarca, pronunció el sermón del 25 de marzo de 1816, en la misa de San Francisco a la que los congresales asistieron, reiterando el acto cumplido el día anterior.
Durante el oficio, en la plaza, la fuerza militar, al mando de su comandante Silvestre Álvarez, “se extendió en dos alas desde la casa congresal hasta el templo”. Estaban también las milicias de la campaña, rodeadas por “un inmenso pueblo” que lanzaba “vivas y exclamaciones”.
Luego, regresaron a la sede. Allí, “todas las corporaciones prestaron el juramento de estilo”, y se escuchó una arenga del presidente, doctor Pedro Medrano. Fueron aprobados diplomas de diputados por Buenos Aires y de los dos representantes de Charcas. Entretanto, el Cabildo había dispuesto “cinco días de iluminación pública”, para celebrar la instalación del Congreso.
En la sesión del 26, fueron aceptados los diplomas de los diputados de Córdoba, Mendoza, San Luis, La Rioja, Catamarca y Mizque. Al presentarse los de Tucumán, se leyó una nota del Cabildo que los tachaba de nulos. Entonces, se aceptó incorporar solamente a uno de los electos, el canónigo José Ignacio Thames, y se ordenó nueva elección de los otros dos.