
Razones de su inmovilidad tras la victoria
Es conocido que después de sus triunfos en las batallas de Tucumán (septiembre de 1812) y de Salta (febrero de 1813), el victorioso general Manuel Belgrano pasó varios meses sin iniciar una nueva campaña al Alto Perú. Hay historiadores que critican esa lentitud. Pero bien explica sus razones, la carta que Belgrano envió al poder central el 30 de mayo de 1813.
“Aún no tengo un plan decidido del camino que he de tomar para ir al enemigo, pues esto depende de las circunstancias y de los obstáculos que pueden presentárseme para la conducción de la artillería”, escribía. Ya había dicho al gobierno que “no tengo conocimiento de los lugares, y sólo me hallo sin un plan militar, sin un plan topográfico, pero ni aun geográfico, que se acerque algo a la verdad, que es cosa bien singular para uno a quien se le llama General”.
Por ahora estaba concentrado en disciplinar la tropa. Se consideraba “un aprendiz de guerra”, enviado “a países que nunca pisé, ni había mirado sino por curiosidad en el mapa”. Le parecía que debían atender sus pedidos y dejarlo obrar con libertad, dadas las “cuatrocientas o quinientas leguas” que separaban al ejército de las autoridades.
La experiencia, decía, “me ha enseñado a mí mismo que todos los planes las más de las veces son fallidos, y se varían en la guerra instantáneamente según los obstáculos que se presentan”. Así fue que “en Tucumán creí tener la acción al Norte, y con este concepto reconocí el campo y posiciones y fui a dar al Sur, tal vez a cerca de media legua de distancia”. Y “en Salta pensé haber entrado de sorpresa, como lo hubiera conseguido, y las aguas y otros medios presentados en la marcha me lo impidieron”.