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OJO IZQUIERDO DE BELGRANO. Singular miniatura que se conserva en el Museo Histórica Nacional.

El testimonio del doctor Castro.


Durante los cuatro años que el Ejército del Norte permaneció en Tucumán, su jefe, el general Manuel Belgrano, “destinó sus sueldos sobrantes al socorro de las necesidades del mismo ejército, desterrando de su persona y casa todo lujo, y aún las comodidades más naturales y necesarias”, narra el doctor Manuel Antonio de Castro (1776-1832), destacado jurista salteño que fue gobernador de Córdoba, entre otros altos cargos.

Según ese testimonio, “su diario vestido era una levita de paño azul. Su casita, construida en la Ciudadela, a la manera del campo, era una choza blanqueada. Sus adornos consistían en unos escaños de madera hechos en Tucumán, una mesa de comer, su catre de campaña y sus libros militares”. Agrega Castro: “comí con él varias veces. Tres platos cubrían su mesa, que era concurrida de sus ayudantes y capellanes”.

Consagrado al servicio de la patria, “no era fácil saber cuáles eran sus horas de descanso”. Castro narra que “lo observé en Tucumán el año de 1816, ocupar todo el día en la atención del ejército y continuos ejercicios doctrinales”. Lo vio “salir de noche a rondar hasta las 12 de la noche; o más tarde, retirarse de mi posada a esas horas, e irse a escribir sus multiplicadas correspondencias que despachaba de su puño, y mantenía con todos los gobiernos, con todos los pueblos y con toda clase de gentes a favor de la causa de la patria”.

Este calificado testigo cuenta, a ese respecto, que “los maestros de postas y alcaldes pedáneos de las provincias, conocidos por su decidido patriotismo, hacen vanidad de conservar sus cartas amistosas y dirigidas todas al servicio público”.