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Una carta de Sarmiento a Tucumán, en 1883


En 1883, el presidente de la flamante Sociedad Sarmiento de Tucumán, don Emilio Carmona, escribió a Domingo Faustino Sarmiento para informarle la instalación de la entidad y de su biblioteca. El sanjuanino le contestó de inmediato. Además de enviabar el discurso que pronunció pocos días atrás en la Biblioteca “Rivadavia”, comentaba, “ya vé usted que las corrientes eléctricas van y vienen de unos cerebros a otros. En San Juan se despertaba al mismo tiempo la Biblioteca ‘Franklin’ de su pasajero sueño; y bibliotecas ‘Franklin’, ‘Sarmiento’, ‘Rivadavia’, son simples traducciones de la misma idea: elevar la condición intelectual del pueblo argentino”.

Consideraba que Tucumán, sede del congreso glorioso, y San Juan, “fueron siempre las dos provincias liberales, hermanas de causa con Buenos Aires”. Y que “no es un acaso singular que nos ocupemos de bibliotecas a un tiempo en tres puntos distintos. A medida que la ciencia avanza, se encuentran más relaciones que las que se creía, en las fuerzas que gobiernan el universo”.

Si los escritores “no son retóricos, son meros exponentes de la obra que se viene haciendo lentamente en los espíritus”. Así, “hacen ustedes bibliotecas y yo conferencias, porque ya está obrada la reacción contra el espíritu que sopló el Congreso, de abandonar la obra realizada de mantener las 200 bibliotecas creadas ya en las últimas aldeas. Insistamos. La salvación de nuestra raza y aun de nuestra lengua, está en la difusión de las bibliotecas, tanto o más que en colegios y escuelas”. Instaría a “mis amigos los productores de azúcar, a ayudarles a la compra de libros, toda vez que le vaya bien en la zafra. Será el diezmo pagado a la inteligencia, al propósito de la creación, al hacer al hombre a la imagen y semejanza del Creador”.