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MIGUEL LILLO. El sabio tucumano durante una sesión del Consejo de la Universidad en 1914, entre los doctores Juan B. Terán y Juan Heller. LA GACETA / ARCHIVO

Un informe de Lillo a Cristóbal Hicken.


En 1920, Cristóbal M. Hicken pidió al sabio tucumano Miguel Lillo referencias sobre la tarea de Tucumán en materia de ciencias naturales. La larga respuesta de Lillo, del 31 de agosto, tiene párrafos reveladores sobre la escasez.

Refería por ejemplo que “en la Universidad hay una cátedra de Botánica a cargo de Fidel Zelada: es para los estudiantes de Farmacia y nada más. Hay un laboratorio con unos microscopios, pero no hay absolutamente nada de museo y herbario. No han salido aficionados; los estudiantes, lo que quieren es pasar en los exámenes y nada más”.

Añadía: “Me olvidaba de agregar a Elio Rodríguez Marquina, tucumano: nunca ha herborizado, pero tiene cierta preparación botánica, como lo prueba la crítica que hizo de la Flora de Santiago, de A. Álvarez”.

En la actualidad, informaba, “la Universidad tiene una cátedra de Historia Natural, a cargo del P. (León) Castillon en el curso preparatorio. El mismo Castillon es profesor de Historia Natural en el Colegio Nacional”, y “no tengo la menor idea quién es ahora profesor de Botánica en la Escuela Normal. Está clausurada”.

Lillo aportaba nutrida información sobre su propia tarea. Ahora quería publicar “un catálogo de las plantas vasculares de esta provincia y algo de las vecinas, tomando como base mi herbario. En muchos casos, por desgracia, no he podido determinar la especie, pues no puedo consultar los ejemplares típicos de muchas que se encuentran en los herbarios de los museos europeos. Las mencionaré empero citando las localidades y caracteres resaltantes; pero no me atrevo a aumentar la sinonimia, ya demasiado abultada”.