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EDUARDA MANSILLA DE GARCÍA. En 1881, el tucumano Avellaneda le envió unas líneas melancólicas. la gaceta / archivo

Nicolás Avellaneda escribe a Eduarda Mansilla


Una de las buenas amigas del tucumano Nicolás Avellaneda, era la escritora Eduarda Mansilla de García. Ella le escribió a fines de 1881, y el ex presidente (entonces senador nacional por Tucumán y rector de la Universidad porteña) le respondió con tono melancólico, el 2 de diciembre. Ya Avellaneda, aunque continuaba activo, se sentía cansado y lo rondaba la enfermedad que habría de llevarlo a la tumba cuatro años después.

“¿Me habla usted de estrellas fijas? No tengo sino surcos y los trabajo cada día con un corazón más constante. Pasaron ya los encuentros, felices y fortuitos, de las horas matinales, y cuando llegan los días serenos no se recogen cosechas sin largo afán”, empezaba.

“¿Qué hago?, pregunta usted. Tengo días tranquilos después de tanto tumulto. Soy espectador, y veo cómo pasa por la calle la vida que otros conducen. Leo a veces, o más bien releo, y escribo en otras ocasiones, no encontrando ese secreto de las palabras que no pueden ser sustituidas por otras y que nacen identificadas con lo que expresan”, agregaba.

“Comprendo que este es el único medio de escribir para la memoria y el arte; y no pudiendo alcanzarlo, lo abandono. En la imposibilidad de ser escritor, me hago resueltamente ‘escribidor’ y lleno sendas páginas con alegatos para el foro. Agregue mis ocupaciones como Rector y esta es mi vida”, decía Avellaneda.

Terminaba: “Recibí ayer su billete, volviendo del campo, lo que explica la demora de mi respuesta. Recojo noticias suyas y sé que vive feliz y gloriosa. La sigo así, desde lejos, intelectual y amistosamente”.