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FLAMANTES ABOGADOS DE LA UBA, EN 1896. En primera fila, el quinto desde la izquierda es Ernesto Padilla. El Derecho y la Medicina eran los únicos horizontes. LA GACETA / ARCHIVO

Falta de una Facultad de Mecánica.


En el mensaje protocolar a la Legislatura en 1880, el gobernador delegado, doctor José M. Astigueta, lamentaba que el Gobierno Nacional no hubiera acogido el pedido de abrir una Facultad de Mecánica en la provincia.

Se quiso con esa iniciativa, decía, “abrir a nuestra juventud un nuevo género de ocupaciones, dotándola de aptitudes de que hoy carece y que no podrá adquirirlas, sino bajo aquel concepto. El vapor y el agua, puestos ya al servicio de nuestra principal industria, con exclusión de otros agentes, muy luego van a llegar a ser las únicas fuerzas motrices empleadas en la elaboración de la mayor parte, sino de todos los productos de las demás industrias de la provincia”.

El vapor o el agua movían trapiches, centrífugas, trenes de triple efecto, tachos al vacío, en la industria azucarera, y también carpinterías mecánicas y molinos. Pero tal vez, decía Astigueta, no había aquí gente “capaz de poner en movimiento y comandar esos agentes poderosos de la civilización de nuestro siglo”.

Lamentaba el gobernador que “la juventud, que no tiene por ahora más carreras abiertas a su inteligencia que la abogacía y la medicina, agota en ellas su actividad moral; y más tarde, cuando le falte ocupación, a causa del exceso de concurrencia de las mismas aptitudes, llegará a ser esa misma juventud ilustrada elemento de anarquía en la sociedad”.

Esto porque “esas profesiones forman hábitos tan poderosos que, salvo raras excepciones, el médico o abogado no se conforma a hacer otra cosa que recetas o alegatos. De ahí nace la empleomanía, esta enfermedad de las civilizaciones en decadencia”.