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CARLOS GUIDO Y SPANO. Un retrato de la madurez del conocido poeta argentino, de gran fama en su tiempo.

Al poeta tucumano Pedro N. Berreta, en 1902.


Carlos Guido y Spano (1827-1918) fue un poeta de celebridad nacional hasta comienzos del siglo que pasó. Por la autovaloración que hace de su obra, tiene interés la carta que escribió, el 24 de marzo de 1902, en respuesta a la de un entonces joven poeta tucumano, Pedro N. Berreta (1881-194).

Mucho le complacían los elogios del destinatario. Leyéndolos, decía, “parece que algunas de mis hojas arrancadas al viento han caído en tierra fértil, sirviéndola de abono para producir bellos frutos. Nunca imaginé que tal pudiera suceder. Consideré siempre efímera mi escasa obra poética, comenzada allá en la juventud sin mirajes de gloria, y continuada a largos intervalos, conforme pude sentarme alguna vez en mi larga jornada a la sombra de cualquier árbol del camino, un sauce rumoroso o un ciprés”.

“Si mis versos han despertado en el alma de usted tiernas y vivas emociones, debido es a su sensibilidad, no el mérito de aquellos. El más leve soplo hace vibrar las cuerdas de una lira sonora. Con todo lo dicho, muy lisonjero quedo del valor que ha dado usted a mis poesías, completadas con la publicación, hace ya unos tres años, de los ‘Ecos lejanos’, en un volumen de cerca de trescientas páginas”.

Agregaba que “este libro lírico es complementario del que usted ya conoce. En ambos, he tratado de recorrer rápidamente la escala de los sentimientos que pueden agitar una larga vida en sus accidentes felices o azarosos, desde sus rosados albores hasta las sombras de melancólico crepúsculo. Es una elegía armónica, a que debe seguir el silencio de la noche profunda”. Terminaba diciendo que “si alguien se diese el trabajo de buscar en mis poesías la gradación señalada, podría observar en ellas el descenso de la luz matutina, a las suavidades de la tarde, después de un día agitado de trabajo y de lucha”.