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LA ANTIGUA IGLESIA. En 1892, en la “Estadística Gráfica” se publicó este dibujo del templo.

Además, la iban a rebautizar “Alejandría”


El 10 de julio de 1832, un decreto del gobernador de Tucumán, general Alejandro Heredia, resolvió trasladar la villa de Monteros al “lugar delineado del Campo de los Romanos” y rebautizarla “con el título de Alejandría”.

En los extensos considerandos, tenía en cuenta que el Gobierno “y aun los mismos pobladores”, estaban convencidos de que “el punto donde se halla situado es malsano, y que raro es el año en que (en) la época de lluvias no ataque una epidemia devoradora”. Esto “por el agua detenida y fangos del arroyo que corre por las goteras del pueblo, y exhala miasmas pútridas que impregnan el aire e infeccionan los cuerpos que las respiran, excitados de los rayos del sol”.

El gobierno entendía cumplir su deber y se apoyaba en el informe del Cura y Vicario, y en el de “muchos vecinos sensatos que prefieren la salud pública a sus intereses particulares”. Además, el gobernador había “prácticamente visto y examinado la esterilidad del terreno”: para fabricar las casas “conducen de lejana distancia tierra necesaria” y su agricultura no podía progresar “por la imposibilidad de ponerla bajo riego”. Además, había “muchos graves inconvenientes que se presentan a simple vista”.

Ya contaba con un plano. Allí estaba marcado el sitio de la iglesia, que se construiría tras conseguir la licencia episcopal. Establecía el modo en que se distribuirían los sitios a los pobladores. Ninguno tendría más que un cuarto de cuadra, “compuesta de 37 y media varas de frente y 75 de fondo”. A los tres meses, debía poblarse el solar: si no ocurriera, el solar “caerá en comiso y volverá la acción al pueblo”. Fijaba también las “pensiones” a pagar por cada sitio, según su ubicación. El producido formaría “un fondo de propios aplicado a las obras públicas que quieran edificar con permiso del gobierno”. No se sabe las razones por las cuales el traslado no llegó a ejecutarse.