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COMPARSA DE LOS JÓVENES. En los Carnavales de Tucumán de 1906, posaba para el fotógrafo la nutrida comparsa "Principiantes Unidos". LA GACETA / ARCHIVO

Una anécdota del Carnaval de 1826


El viajero inglés Juan H. Scrivener pasó en Tucumán el carnaval de 1826. Una bella joven de la posada lo embadurnó con agua y almidón y Scrivener, cuando se convenció de que era una costumbre de esas fechas y no un acto de locura, quiso desquitarse.

Narra que “obteniendo de la cocinera el contenido de una bolsa de harina, la deposité en mi pañuelo y me dirigí a mi gentil adversaria: arrastrando una silla, me ubiqué a su lado. En uno de sus momentos de distracción, dejé caer mi contenido sobre su negra cabellera. Ella recibió mi represalia de excelente buen humor y, después de conversar unos minutos, se levantó de la silla e hizo una señal a sus compañeras para que me aseguraran, sugestión que obedecieron pronta y fácilmente”.

La joven volvió de su cuarto trayendo “una cantidad de almidón en polvo que distribuyó a sus compañeras, quienes me frotaron por la cara y la cabeza con una energía y fuerza que me resultó completamente inesperada de tan delicadas manos y, confieso con toda sinceridad, me resultó de lo más desagradable”.

Narra que “me resistí un poco durante esta operación, luchando con una, golpeándome con otra, abrazando a una tercera en el intento de asegurarle las manos, y al cabo fui derribado al suelo completamente exhausto”. Lo ayudaron a levantarse, le limpiaron la cara con “un pañuelo de cambray”, y la autora del desastre le trajo un vaso de vino “que bebí alegremente a su salud”.

Entrada la noche, Scrivener regresó a su habitación. “La excitación que había experimentado en esta recepción singular no me dejó dormir en toda la noche”, narra.