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SALUDO DEL SABIO. La dueña del álbum lo decoró con un dibujo alusivo a las clases de Química. LA GACETA / ARCHIVO

Aceptó escribir en el álbum de una señorita.


A fines del siglo XIX y en las primeras décadas del XX, era costumbre de las señoritas de sociedad tener un “álbum”. Era un pequeño libro de hojas blancas, a veces con cantos dorados, y con una encuadernación notablemente ornamentada, por lo general.

Allí, amigos y amigas escribían “pensamientos”. Eran textos románticos para halagar, en prosa o en verso, a la dueña del álbum. Con frecuencia, el firmante se llevaba el librito a su casa un par de días, y lo devolvía con el escrito que había preparado cuidadosamente. A veces lo adornaba con dibujos. Otras veces, la misma propietaria del álbum era la dibujante.

Hace unos años, el doctor Alejandro Lemme tuvo la gentileza de facilitarnos copias del álbum de su abuela, doña María Cornelia Montero de Figueredo Iramain. Era una señora agraciada, interesante y culta, que vivió entre 1880 y 1910. Enseñaba en la Escuela Normal y escribía en diarios y revistas con el seudónimo “Celeste”. Lo curioso es que logró que el austero Miguel Lillo redactara unas líneas en su álbum. Acaso sea el único escrito de ese tipo que se permitió el sabio, y es muy revelador de su personalidad.

Expresaba:”En medio de las decepciones de este mundo y los amargos desengaños de la vida, no hay consuelo más eficaz que la satisfacción del deber cumplido y las plácidas horas consagradas al estudio. Por eso, inolvidable Cornelia, no descuides ambas cosas, vos que has sido una de mis más distinguidas discípulas y fiel colaboradora de mi cátedra. 1899, Mayo 11. M. Lillo”. La destinataria decoró la hoja con un dibujo firmado con sus iniciales. Representa un artefacto de química –la materia que enseñaba Lillo- cuyo conducto bordeaba la página y estallaba en lo alto.