Juicio en un ensayo de 1912 de Paul Groussac.
“Son harto conocidos los ingratos comienzos del Congreso, según se reflejan en las pobres columnas de “El Redactor”, escribe Paul Groussac. Afirma que, en el primer trimestre, el periódico podría modificar su epígrafe latino, que rezaba “Los años han pasado estériles”, por otro que dijera “Los días han pasado estériles”.
Escribe que “como nave inmovilizada en las calmas ecuatoriales y cuyas velas inertes gualdrapean tristemente contra los mástiles, el Congreso agotaba sus casi diarias sesiones en discusiones ociosas sobre tratamientos y diplomas, cartas de ciudadanía, tentativas de empréstitos que resultaban sablazos al comercio español, para pagar empleados y tropas; envío de comisiones a las provincias subvertidas o rebeldes, lectura y comentario de oficios, generalmente desconsoladores, de los gobierno o del ejército”. En suma, “un triste ergotizar de frailes en capítulo, mientras baten los muros de la ciudad las hordas enemigas”.
Destacaba, como el primer hecho trascendente, la designación (3 de mayo) del Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón. Lo califica de “hermoso ejemplar de la alta burguesía porteña, valiente, ponderado, tan elegante en lo moral como en lo físico, caballero bajo todos los cuatro costados”.
Apunta que “esta acertadísima designación, verdaderamente providencial, pues era la única que pudiera salvar al país de la catástrofe inminente y resolver sus problemas resolubles –incluso el de la expedición de San Martín- rescataba en verdad muchas sesiones de modorra o plática insustancial”.