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GREGORIO ARÁOZ ALFARO. El célebre médico fotografiado cuando pronunciaba un discurso, en los años 1940. LA GACETA / ARCHIVO

Angustias del practicante Aráoz Alfaro.


Es conocido que el tucumano Gregorio Aráoz Alfaro (1870-1955) fue uno de los grandes médicos argentinos y, por sus campañas contra la tuberculosis y el paludismo, también uno de nuestros sanitaristas pioneros. Se doctoró en Medicina en la Universidad de Buenos Aires, en 1892. Ya célebre, en un reportaje de los años 30, narró las angustias de su primera experiencia en cirugía.

Era estudiante de quinto año y practicante de los famosos doctores Ignacio Pirovano y Antonio Gandolfo. Un día, estos resolvieron confiaron la amputación de una pierna con el método de Farabeuf. “Puede imaginarse cómo repasé mis libros y cuántas veces repetí la operación en un cadáver””, cuenta. Llegado el día, la practicó “con los mayores cuidados posibles de antisepsia y de técnica, bajo la mirada complaciente del doctor Gandolfo”.

Todo salió bien. Aráoz Alfaro visitó varias veces al enfermo sin novedad. Pero, de noche, éste sufrió un escalofrío con fiebre elevada. “¡Qué noche de angustia aquella, qué examen severo de conciencia para descubrir si había cometido alguna falta, qué de consultas con compañeros y practicantes mayores sobre las complicaciones posibles! En el insomnio, pasaban por mi imaginación los efectos de la erisipela, de la septicemia, de la pioemia”.

Por la mañana, vino Pirovano. Controló la herida y vio que el estado del enfermo era bueno. Le dio un purgante y a la noche “todo había entrado en orden”. Pero, evocaba el tucumano, “ya había pagado con amarga preocupación durante muchas horas, y hasta con remordimientos infundados, el honor que tanto había apreciado y agradecido de mi primera operación”.