Actitud pionera de Julio López Mañán.
No suele recordarse que el tucumano Julio López Mañán (1878-1922) fue un pionero de la protección de nuestras selvas. En 1913, en “La Nación”, postuló una celebración distinta de nuestro Centenario de Julio. A su juicio, el “número” de Tucumán en esa fiesta debía consistir en la creación de una reserva forestal en la provincia.
Ella comprendería “toda la parte montañosa que se extiende desde el cerro de San Javier, en toda su corrida, hasta los límites de la provincia al oeste. El límite sur y el límite norte de la reserva arrancarían, así, de ambas cabeceras del expresado cerro y se prolongarían rectamente al oeste”. Rescatemos una mínima parte de sus largos fundamentos.
Sería la primera reserva dispuesta en el país, emulando a los norteamericanos o los canadienses. Apuntaba que “los encantos naturales que han dado belleza a Tucumán, se van. La selva subtropical, que llegaba hasta casi los suburbios, ha debido retroceder a sitios punto menos que inaccesibles, clareada de sus mejores especies forestales”. Las “vertientes y arroyos, la fauna originaria, los ásperos senderos, todo lo que le añadía carácter, tienden a desaparecer bajo la acción irreflexiva o sin contralor de la necesidad o comodidad más pasajeras de los particulares”.
La reserva es, subrayaba, “obra de utilidad general, más que de estética exclusivamente”. A diferencia de los parques y jardines, “la reserva es para la nación y, como su nombre lo indica, tiende a conservar para todos lo que ha creado la naturaleza; y puede catalogarse entre las mejores fuentes nacionales de belleza, de salud o de bienestar”.