Imagen destacada
DOMINGO MURIEL. Sus afirmaciones fueron replicadas por el tucumano Miguel Martín Laguna

El cura Laguna desmentía su existencia.


La reunión del Congreso de las El historiador jesuita del siglo XVIII, padre Domingo Muriel (1718-1794), afirmaba que la mayoría de los habitantes del primitivo Tucumán, desde tiempos de Ibatín, estaban afectados por el “bocio” o “coto”. En su “Historia social y política del Tucumán”, que redactó en 1809 y que estuvo inédita hasta 2011, el presbítero tucumano Miguel Martín Laguna se dedicaba a desmentir esta afirmación. Lo hacía en un lenguaje un tanto enrevesado, típico de la época, y acentuado por su extravagante personalidad.

Decía que “pocos tucumanos conoció sin duda Muriel; y aunque es cierto que en nuestra jurisdicción hay cotos y mentecatos como en todo lugar, no es tan general como suena en su expresión”. Afirmaba que “todas nuestra mujeres, sean de la ciudad como de la jurisdicción, tienen su garganta descubierta, y la mayor parte de nuestros varones no usan corbata, y aunque la usaran no podrían ocultar su defecto con la doble prominencia que les agregaba”

Era algo que podía advertirse fácilmente y, subrayaba Laguna, “sola su vista condenará el errado juicio de Muriel, que confundió a la ínfima con la mayor parte”. Agregaba que todo esto le recordaba “otro dato privilegiado de nuestra historia natural”. Quería informar, “para consuelo de los que llevan de mala gana la imperfección natural del coto”, que “las aguas de pozo de este pueblo (se refería a Trancas, donde era párroco) son el mejor específico para destruir esta pensión, de modo que no dejan vestigio alguno”. Afirmaba que era “constante experiencia”, que ese líquido, sí bien salobre, era sano. Y que bebiéndolo, “sin más ingredientes, emplastos, ni dietas”, los afectados por el bocio “se verán en breve tiempo libres de tan penosa carga”.