Avellaneda visto por su amigo Benjamín Paz
El célebre tucumano doctor Benjamín Paz (1836-1902), gobernador de su provincia y ministro de la Nación, fue uno de los dilectos amigos de Nicolás Avellaneda (1836-1885). En una carta afirmó que “la memoria de Avellaneda es para mí un culto. Vinculado a él desde la niñez, nunca una sombra ha caído sobre nuestra amistad, desde el día en que juntos iniciamos los estudios de Humanidades en Córdoba, hasta el muy triste en que, como ministro del Interior, tuve la honra y el dolor de redactar el decreto del Gobierno Nacional, rindiendo a sus restos mortales honras fúnebres de Capitán General”.
Agregaba que “mucho se elogian su talento, su ilustración; pero hay una página que yo desearía poder escribir, poniendo de relieve la rectitud y la nobleza de corazón, que hemos apreciado todos sus amigos íntimos. Dignidad de carácter, que jamás lo abandonó, ni en presencia de las injusticias más manifiestas. Generoso, indulgente para el error y el extravío apasionado, Nicolás Avellaneda se mostró, en la vida privada como en la pública, hombre superior. Nunca lo mortificaron los éxitos ajenos, que aplaudió siempre con franca efusión, dando la mano, prestando eficaz ayuda a toda aspiración que creyó legítima, bien nacida”.
“Honrado en toda la amplitud del concepto, no he conocido ninguno más despreocupado, más indiferente a los intereses materiales: parecía hasta ignorar su existencia y se asombraba del lugar que ocupaban en la vida de los demás. En la dirección que dio a su talento, sólo escuchó la voz del patriotismo y el estímulo de grandes ideales. Jamás lo desvió un apetito, ni un propósito agresivo para nadie. Mucho, mucho admiraba su inmenso talento, pero todavía más se imponía a mi respeto su altura moral, su probidad sincera, su grandeza de alma”, afirmaba Paz.