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SALA DE LOS LEGUIZAMÓN. Se bailó a los sones del luego llamado “clavicordio de Lavalle”

Unos breves días de Juan Lavalle en Salta.


Como es sabido, el 19 de setiembre de 1841, en la batalla de Famaillá, el Primer Ejército Libertador de la Liga del Norte contra Rosas, que mandaba el general Juan Lavalle, fue destrozado por las fuerzas rosistas de Manuel Oribe. Con los soldados que le quedaban, Lavalle partió rumbo a la ciudad de Salta.

Allí estaría unos pocos días. Se sabe que fue agasajado con una fiesta en la señorial casa de don Juan Galo Leguizamón. La vivienda aun se conserva, a media cuadra del Cabildo. Según la tradición, esa noche se bailó a los sones de un clavicordio (luego conocido como “el clavicordio de Lavalle”), y su secretario Félix Frías mostró condiciones de bailarín de vals. En ese momento, Lavalle fantaseaba sobre las verdaderas consecuencias de Famaillá. Escribía al general José María Paz, diciendo que “no dé a esta victoria del enemigo la importancia que yo no le doy”. Y en carta a Gregorio Aráoz de la Madrid, jefe del Segundo Ejército (que estaba en Cuyo y que sería batido en Rodeo del Medio), le aseguraba que iba a hacerse fuerte en Salta y en Jujuy.

Todas estas esperanzas se disiparon, cuando supo que Oribe, desde Tucumán, marchaba en su búsqueda. Dejó Salta y partió rumbo a Jujuy. Había perdido numerosos soldados, ya que la legión correntina lo abandonó. Pero Lavalle entró en Jujuy y se alojó en una casa próxima a la plaza. En la madrugada del 9 de octubre, fue ultimado a balazos por una partida rosista que se enteró de su paradero y lo atacó desde la calle. Había desdeñado el consejo de Frías, quien le advirtió que “entrar en la ciudad es tan inútil como peligroso”, y que debía encarar el camino que, según el baqueano Alico, lo llevaba directamente a la quebrada.