Julio A. Roca escribe a un viejo amigo.
“¡Qué fácil es trazar programas desde el llano y qué difícil cumplirlos en las cumbres!”, escribía el presidente tucumano Julio Argentino Roca (1843-1914), a un comprovinciano, en 1900. Se publicó esta carta, sin identificar al destinatario, en el diario local “El Orden”, edición del 12 de enero.
“Me hablas con el corazón, como un niño”, continuaba Roca. “Dices que he vivido mucho, que conozco a los hombres y que tengo experiencias. En efecto, pero esto me ha dejado en el espíritu un sedimento amargo; me ha formado también la conciencia de la imposibilidad del gobierno republicano, sin la prestación de los medios eficaces para ejercerlo”.
“Hablas de tu ilusión desvanecida respecto de mi administración”, agregaba. Ese era un juicio “ofuscado por tu cariño de la vieja amistad, cuando debías pensar que yo no lo podía hacerlo todo. Analiza, estudia, observa, hunde los ojos en nuestro momento sociológico. Yo soy un jefe dirigido, no por lo pronto el jefe dirigente, de un partido poderoso que tiene gentes locales de valía y tenientes soberbios”.
“A veces siento que me ata la parálisis; mis brazos, inertes, se caen; mis ojos se turban; mi voz se anuda en la garganta, y no me quedan fuerzas ni para los desahogos de la cólera. Lo que más me inquieta son los desleales y los traidores, empeñados en hacer pedazos mi programa de gobierno. Pero no abandono mi puesto ni mis esperanzas de reacción. Lucharé. Cállate y ordena a tu afectísimo amigo y comprovinciano que te quiere. Julio A. Roca”.