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Según Larreta, podría ser el lema de Roca.


En 1898, para la revista “La Biblioteca”, el literato Enrique Larreta (1873-1961) esbozó, firmado con iniciales, un certero retrato del tucumano Julio Argentino Roca (1843-1914). Interesa rescatar algún trozo de ese escrito, hoy muy poco conocido. Roca estaba entonces a las puertas de una nueva presidencia.

Para Larreta, era “la carta mayor en el juego de la política argentina y, como casi todos los hombres que logran conquistar un predominio semejante, el general Roca es el expresivo resumen del momento histórico en que actúa. Puede decirse que no existe en su fisonomía moral un solo rasgo que no responda, con singular armonía, a alguna modalidad política del país. De ahí que sus defectos le hayan sido tan favorables como sus mejores cualidades”.

En cuanto a su escuela política, “heredera acicalada de la ambición sagaz de nuestros caudillos”, mueve a pensar “a veces, por más de un rasgo de fineza florentina, en el ‘arte’ sigilosa y segura de los dominadores italianos del Renacimiento, ennoblecida, empero, por un espíritu civilizado y benigno: diríase un Sforza amable y celoso de la opinión”.

En política, aunque a veces “abusa de su destreza”, es generalmente “prudente, y sobre todo enemigo de las actitudes revoltosas”. Pero es “más apasionado que lo que el vulgo sospecha, a través de su asombroso dominio: sólo que toda fuga íntima se recoge de nuevo al ir a brotar por sus ojos fríos o sus labios perpetuamente plegados en una sonrisa impasible”.

Pensaba Larreta que si Roca “fuera un antiguo ateniense”, llevaría tal vez grabada, en el interior de su anillo, la frase “Disimulo y paciencia”.