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LUCAS CÓRDOBA. Aparece a la derecha, en compañía del ingeniero Luis F. Nougués. Ambos fueron gobernadores de Tucumán. LA GACETA / ARCHIVO

Pablo Rojas Paz evocaba figuras de su niñez


En 1938, luego de uno de sus periódicos regresos al Tucumán donde nació, el escritor Pablo Rojas Paz (1896-1956) quiso apuntar sus remotos recuerdos de infancia provinciana en un artículo de “La Prensa”, titulado “La ciudad natal”. Se detenía en dos figuras que veía pasar entonces: el gobernador Lucas Córdoba (1841-1913) y el poeta Ricardo Jaimes Freyre (1868-1933). Si se cruzaba con ellos, “dales la vereda y sacate la gorra”, le advertía el padre.

Don Lucas, “había sido el gran compañero del general Roca. Tenía cierto parecido físico con el general Mansilla: invariablemente de galera alta, un poco inclinada hacia atrás”. Era un “espíritu liberal sin prejuicios”, que “abolió muchas secuelas de incultura”. Tenía la costumbre de “sentarse en compañía de sus amigos, en los bancos de la plaza Independencia, a escuchar la música de las retretas, en las noches claras y tibias de la primavera”. Era “el hombre de más fino espíritu de esa época”.

Otra figura habitual era la del poeta boliviano Jaimes Freyre, por largos años profesor de Literatura en el Colegio Nacional. “Era alto, delgado, invariablemente vestido de negro, corbata voladora, facciones finas y tez pálida. Bastaba que en abril se destemplara un poco el aire, para que él sacara su capa de forro escarlata, que armonizaba en el indumento con el sombrero a lo Rembrandt. Hablaba como suspirando”.

Presidente “inalienable”, durante mucho tiempo, de los Juegos Florales de Tucumán y compañero de Rubén Darío, en sus clases “evocaba con frecuencia la personalidad de su amigo, y le oí recitar a él, por primera vez, el prólogo de ‘Cantos de vida y esperanza’ con una arrebatadora emoción”.