A 75 años de la inauguración del Cottolengo
Hoy se cumplen 75 años de la inauguración del Pequeño Cottolengo de Don Orione de Tucumán, acto que tuvo lugar el 28 de mayo de 1944. Desde entonces, ha ido siempre creciendo la tarea de esa institución: ayudar a los seres menos favorecidos por males hereditarios, a los afectados por accidentes, por enfermedades o por disminuciones físicas, que los marginaron de la sociedad. Allí, religiosos y religiosas, unidos a laicos de espíritu samaritano, trabajan con alegría en la medida de las fuerzas de cada uno mando, sirviendo al prójimo en un vívido testimonio de caridad cristiana.
Existe una piadosa tradición sobre el origen del Cottolengo tucumano. Se decía que Juan B. Terán tuvo una noche cierto curioso sueño. En su transcurso, iba en auto con su cuñado, el doctor Evaristo Etchecopar, rumbo al cerro, sobre el cual divisaban una cruz. Llegados al cruce, se les apareció de repente Don Orione, rodeado por una multitud de enfermos y, dirigiéndose a Etchecopar, le dijo: “Haga algo por ellos”.
Terán nunca habló de ese sueño. Pero no pudo menos que recordarlo cuando, poco después, Etchecopar, que se sentía muy enfermo, manifestó que quería hacer algo importante para los necesitados, por él y en memoria de su esposa fallecida, Sofía Avellaneda. Cuando una sobrina le mostró un folleto que casualmente le había enviado el Cottolengo de Claypole, lo examinó y, de inmediato, dijo: “Esta es la obra que quiero”.
Pasó velozmente a la acción. Se puso en contacto con el director de los Cottolengos Argentinos, padre José Zanocchi, y le manifestó que compraría el terreno y costearía el edificio. La piedra basal se bendijo en 1942, pero Etchecopar, ya postrado, no pudo presenciar la ceremonia. Falleció el 27 de septiembre de ese año.