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GREGORIO ARÁOZ DE LA MADRID. Cráneo y huesos exhumados en 1895, pertenecientes al famoso guerrero tucumano. LA GACETA / ARCHIVO

Facilidades para los soldados y sus familias


Corría 1841, y la Liga del Norte hacía desesperados esfuerzos para enfrentar la guerra contra las fuerzas de Juan Manuel de Rosas. Contar con soldados contentos y en número suficiente, resultaba algo imperioso.

Esto explica el contenido del decreto del gobernador delegado de Tucumán y jefe del II Ejército de la Liga, general Gregorio Aráoz de La Madrid, firmado el 27 de abril de ese año. Quería liberar de toda preocupación económica, tanto a los integrantes de la tropa como a sus familiares directos.

Disponía que “las familias e intereses de todos los soldados, oficiales y jefes que sirven en los diferentes cuerpos del Ejército, serán reputados sagrados”; algo que “nadie bajo pretexto alguno tendrá derecho de violar, ni de exigir el pago de deuda contraídas con anterioridad, durante el tiempo de su campaña”.

A lo largo de la duración de ésta, resolvía, “quedan exentos de pagar arriendos de las tierras que ocupan sus familias y haciendas”. A cargo de los jefes de departamentos, estaría cuidar “escrupulosamente de auxiliar con carne a las familias pobres de los individuos que están en servicio del Ejército”. Tales auxilios serían prestados por “las personas hacendadas y pudientes, dándoles un recaudo de su valor”.

Los considerandos, tenían en cuenta que “todos los ciudadanos tienen el deber estricto de concurrir con todos sus esfuerzos a la defensa y libertad de su Patria”. Y que “todos los individuos que componen el Ejército llenan hoy esa sagrada obligación, con abnegación de sus más queridos intereses”.