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PIEZA COLONIAL. Antiguo crucifijo de plata, sobre el cual juraban los escribanos de San Miguel de Tucumán hacia la época de la Revolución. la gaceta / archivo

La noticia llegó recién el 11 de junio


No se ignora que, en la época de la Revolución de Mayo, las comunicaciones entre Buenos Aires y Tucumán tenían extrema lentitud. Así, la noticia de los sucesos del 25 de mayo de 1810 llegó a la ciudad recién el 11 de junio. Ese día, los vecinos principales, priores de conventos y miembros del Cabildo celebraron una reunión para tratar tan inquietantes noticias.

Acordaron, cautelosamente, seguir la vía jerárquica. Como Tucumán dependía de la Intendencia de Salta, se resolvió dar cuenta de todo al gobernador intendente, Nicolás Severo de Isasmendi, “para que advierta y prevenga lo que en tan críticas y apuradas circunstancias debe hacer esta ciudad”. Entretanto, obedecerían a la Junta y nombrarían al diputado cuya designación aquélla solicitaba. Isasmendi se tomó su tiempo. El 25 de junio, el Cabildo tucumano se reunió para leer su respuesta. Decía en síntesis que, en Salta, un “cabildo abierto” había resuelta obedecer a la Junta, y pensaba que sin duda el nuestro seguiría esas “sanas máximas”.

El doctor Nicolás Laguna opinó que, antes de resolver, era necesario que no sólo la ciudad, sino también las “villas y lugares de esta jurisdicción” se reunieran “en todas sus clases”. Y que recién entonces daría su voto sobre el asunto principal.

Entretanto, se debía mirar a Buenos Aires “con la misma familiaridad e interés fraternal” existente, y se la auxiliaría en caso de ser atacada por alguna “potencia extranjera”. Pero “sin que por esto se entienda prestarle obediencia, sino solamente concordia con honor y sin bajeza”. Los cabildantes terminaron acordando que seguirían lo resuelto en Salta.