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EL HOSPITAL. Así se veía, a los pocos años de construido, el Hospital Mixto “Nuestra Señora de las Mercedes”, hoy “Angel C. Padilla”

El tesón del doctor Ángel Cruz Padilla posibilitó la construcción del establecimiento que hoy lleva su nombre.


Cuando se iniciaba la penúltima década del siglo XIX, San Miguel de Tucumán ya contaba con ferrocarril, con Colegio Nacional, con Escuela Normal y con una pujante industria azucarera. Sin embargo, en materia de asistencia hospitalaria, todo se mantenía dentro de un primitivismo conmovedor. Las dos casas de salud existentes, eran el Hospital de Hombres, ubicado en Chacabuco y La Madrid, y el Hospital de Mujeres, en Catamarca casi esquina con la actual San Martín. Apenas merecían el nombre de tales, por lo precario de sus edificios y por sus pésimas condiciones higiénicas.

Una feliz idea

Corría 1880 cuando al doctor Ángel Cruz Padilla se le ocurrió practicar una sustancial modificación en semejante estado de cosas. Ideó levantar nada menos que un nuevo hospital, que sería mixto. Era entonces Padilla el “presidente” de la Municipalidad: así se llamaba en esa época quien dirigía, en forma rotativa, la denominada “Corporación Municipal”. No existiría –hasta 1883- la división entre Intendencia y Concejo Deliberante. La Municipalidad no tenía un tesoro para nada abundante: apenas llegaba a unos 80.000 pesos bolivianos, según recuerda el sobrino del jefe municipal, doctor Ernesto Padilla, en un escrito evocativo.

Si iba a edificarse el Hospital, obtener fondos para costear la obra resultaba fundamental. Entonces, el 1 de junio la Municipalidad resolvió oficializar el flamante Matadero, destinando la mitad de lo que se recaudará allí, a la construcción propuesta. El cuerpo municipal aprobó la iniciativa de Padilla el 31 de agosto, y designó una comisión para que corriera con los trabajos.

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ANGEL CRUZ PADILLA. Retrato del distinguido hombre público, en el óleo que ejecutó el pintor Santiago Falcucci

Fondos para la obra

El mismo presidente Padilla fue puesto a su frente, y asumió la responsabilidad con un impresionante dinamismo. Rápido estuvieron confeccionados los planos, que encargó a calificados profesionales de entonces: el ingeniero Federico Stavelius, y los técnicos Carlos Lowenhard y Adolfo Methfessel.

Y con la renta municipal, más las donaciones que obtuvo, Angel Cruz Padilla impulsó resueltamente la obra. Lo hizo “poniendo en juego su propia personalidad” y “moviendo resortes de vigorosa energía”. Decía Belisario Uriburu, años después: “¿De dónde sacó los recursos? Fácil es adivinarlo. Revisando las rendiciones de cuentas que con toda minuciosidad se publicaban, se nota a simple vista que la Divina Providencia no le había fallado; y que al recorrer el doctor Padilla, de puerta en puerta, todo el vecindario, consiguió lo necesario para satisfacer sus anhelos. Y a lo que faltó –se puede decir ahora con toda libertad- lo puso de su peculio”…

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LA CASA DE PADILLA. Allí residieron el fundador del Hospital, sus hijos y nietos. Actualmente, es museo provincial

Por fin, el Hospital

El 28 de noviembre de 1882, el edificio ya estaba terminado. Con el nombre de Hospital Mixto “Nuestra Señora de las Mercedes”, se lo habilitó el 1 de enero de 1883. Con ese acto, quedaron clausurados los otros hospitales, cuyos pacientes fueron trasladados al nuevo.

“Había costado exactamente 129.500 pesos bolivianos, saldándose todas las cuentas”, recordaría su sobrino Ernesto Padilla. Al inaugurar el establecimiento, Ángel Cruz Padilla dijo: “El 9 de octubre de 1880, veintisiete meses hacen, en este sitio, antes lóbrego y solitario, se oyó por primera vez el ruido de los instrumentos de trabajo”. Apuntaba que “durante su construcción he sido, menos que director, un simple obrero; y si conocéis el país en que vivimos y tenéis en cuenta la magnitud de la empresa realizada, comprenderéis cuántas dificultades he vencido, cuántos y cuán amargos sinsabores he experimentado”. Pero, decía, “todo ha pasado, olvido todo en este solemne momento, acaso el más satisfactorio de mi vida”.

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FINCA “SAN ALBERTO”. La “sala” de la propiedad rural del doctor Padilla, en un dibujo de 1892

Groussac elogia

Paul Groussac, en el banquete ofrecido a Padilla por las colectividades, subrayó el “espectáculo alentador” representado por este ciudadano “que dedica al bien común gran parte de su tiempo; desatiende su estudio profesional, que es acaso el más concurrido de la ciudad; sacrifica sus intereses particulares o su bien ganado reposo por los intereses generales; hace suya cualesquiera empresas de utilidad u ornato; inspira las unas, apoya las otras, dejando vinculado su nombre en todas ellas”. Y “en todos los días de todas las estaciones, se considera obligado a presenciar y vigilar el lento progreso de las obras comenzadas; y en cuanto concluye alguna, está pensando en la que sería bueno emprender”…

Merece detención la figura de este abogado que pasó justificadamente a la historia por haber erigido un hospital.

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DIBUJO DE 1884. En la “Guía Hat”, se publicó este retrato a pluma de Ángel C. Padilla

El doctor Padilla

Ángel Cruz Padilla había nacido el 3 de mayo de 1837. Sus padres eran don Miguel Padilla, el animoso hacendado de Lules, amigo y colaborador del general Belgrano, y doña Tomasa Puente. Los progenitores quisieron darle la mejor educación. Estudió primero en la escuelita de San Francisco y también en Catamarca, en aquella célebre aula de latinidad que regía el padre Quintana. Allí tuvo, entre sus condiscípulos, al futuro Fray Mamerto Esquiú. Pasaría luego a Córdoba, en cuya Universidad se recibió de abogado y doctor en Jurisprudencia.

Al promediar la década de 1850, ya estaba de vuelta en la ciudad natal. Se casó aquí con doña Lastenia Frías, hija del gobernador José Frías. El suegro le cedió parte del terreno de su propiedad, en la vereda del Cabildo, para que construyera, vecina a la suya, su propia vivienda. Edificó entonces lo que es hoy el Museo “Casa Padilla” y donde residieron primero don Ángel y luego sus hijos y nietos, hasta que la vivienda pasó a poder del Estado Provincial. Felizmente, la respetó la piqueta.

Cargos públicos

Durante el gobierno de Marcos Paz, el doctor Padilla fue Defensor de Pobres y Menores, y Síndico Procurador de la ciudad, así como Fiscal de Estado. Apenas tenía 25 años cuando resultó elegido diputado por Tucumán al Congreso de la Nación, para el período 1862-1868. Igualmente fue juez de Comercio y miembro de la Sala de Representantes, que llegó a presidir en 1865. En la Corporación Municipal, se desempeñaría de 1881 a 1883.

Pero sobre todo era un brillante abogado y un hombre criterioso y prudente. Por algo pudo actuar con eficacia como mediador, en diversas circunstancias bélicas de la provincia, durante la sobresaltada década de 1860, en la que tantos sucesos convulsionaron esta zona del país a la hora de la organización nacional.

En los días del doctor Padilla alternaban la atención de su estudio de abogado, frente a la plaza independencia, con los viajes a su quinta “San Alberto”. El doctor Arsenio Granillo la describía, en 1872, como “uno de los mejores sitios de recreo que tiene Tucumán”.

Unánime respeto

Era una figura unánimemente respetada cuando murió, el 9 de octubre de 1892. Sus restos descansan en la capilla del Hospital. Según Silvano Bores, “en su palabra animada y viva”, brillaban “el calor y el fuego del apóstol que guarda, en las cenizas de su combustión, su fe en el porvenir”. Por eso, “a su paso sembrada convicciones, despertaba esperanzas, abría ojos y pensamientos”.

Bores fue también autor de la leyenda de su lápida: “Fue esposo, padre cariñoso, hermano ejemplar, noble amigo, patriota esclarecido y benefactor generoso de los desvalidos. Las virtudes del hogar, el amor filial, la gratitud fraternal, la amistad agradecida, la Patria reconocida y las bendiciones de la caridad, velarán sus restos mortales”.

Treinta años más tarde, en 1913, durante la intendencia del doctor Eduardo Paz y a moción del concejal Belisario Uriburu, se bautizaría “Hospital Angel Cruz Padilla” a la casa que se levantó por su iniciativa, y que hasta hoy cumple fundamental papel en el sistema asistencial de Tucumán.