Imagen destacada
EL PLUMERILLO. Hervía de una actividad sin tregua, cuando iba finalizando noviembre.-

Intensos aprestos para el cruce de Los Andes


Tampoco celebró sesión el Soberano Congreso, el 24 de noviembre de 1816. Como consignamos ayer, a un millar de kilómetros de distancia, en Mendoza, hervía el campamento de El Plumerillo. Eran los días en que el general José de San Martín aceleraba al máximo sus preparativos para iniciar la campaña libertadora.

Con mucho colorido, Bartolomé Mitre describe el cuadro. En el campamento, reinaban “la actividad metódica y la subordinación automática, a la par de un entusiasmo consciente”. El general se las arreglaba para infundir en el alma de sus soldados la seguridad del triunfo. “Todos trabajaban, cada cual en la tarea que le estaba señalada, y todos confiaban en su general. Reuníanse mulas de silla y marcha y caballos de pelea; se forjaban herraduras por millares para las bestias; construíanse aparejos para acémilas; se acopiaban víveres secos y forrajes, recolectándose ganados en pie para el paso de la cordillera”.

En cuanto a los jefes, oficiales y soldados, agrega el historiador, “se ejercitaban en sus respectivos deberes y oficios”. En cuanto al parque, “elaboraba cartuchos por cientos de miles. Las fraguas ardían día y noche, recomponiendo armas y fundiendo proyectiles. El infatigable fray Luis Beltrán, ejecutaba las nuevas máquinas con las que, según su expresión, debían volar los cañones por encima de las montañas, a la manera de los cóndores”.

Mientras tanto, San Martín, “silencioso y reservado, pensaba por todos; todo lo inspeccionaba y todo lo preveía, hasta en sus mínimos detalles: desde el alimento y equipo de hombres y bestias, hasta las complicadas máquinas de guerra adaptables, sin descuidar el filo de los sables de sus soldados”.