Un cálido elogio en los exámenes de 1870.
Corría 1870 cuando el Gobierno de la Nación nombró una comisión especial para que examinara a los alumnos del Colegio Nacional de Tucumán. Estaba integrada por los doctores Fernando S. de Zavalía y Delfín Gallo, y por Fray Agustín Romero. El informe de la misma, fechado el 12 de febrero, es honroso para la historia del tradicional instituto.
La comisión afirmaba sentirse con el deber de felicitar al ministro de Instrucción Pública, por “el estado próspero de este establecimiento, destinado a prestar tan importantes servicios a la provincia””. Agregaba que “del examen severo y detenido que se ha visto en la necesidad de hacer, tanto de la naturaleza de los estudios que se cursan como del estado de adelanto en que se encuentran los alumnos, la comisión no ha encontrado sino motivos de elogio por la dedicación y competencia de la persona que se encuentra al frente del Colegio; al mismo tiempo que admirar la notable predisposición de la juventud tucumana para el estudio de las ciencias, tanto morales como físicas y matemáticas”. Es más decía, exhibiendo como prueba el cuadro de clasificaciones, “que pocos establecimientos de educación en la república han alcanzado el mismo nivel de adelanto del Colegio Nacional de Tucumán, sobre todo si se tiene en consideración las dificultades que ha debido vencer y la carencia casi completa de los elementos necesarios para los establecimientos de esta clase”.
Decía que “el Colegio de Tucumán cuenta ya con un núcleo de inteligencias distinguidas, que desarrolladas por la instrucción y y por el estudio, están destinadas a prestar a su país servicio de importancia, contribuyendo a combatir la ignorancia, ese cáncer de nuestras jóvenes sociedades”. Luego de otros elogios, la comisión hacía notar la necesidad de instalar, por ejemplo, un laboratorio de química, “para que los estudiantes puedan conocer prácticamente los efectos e importancia de esta ciencia”.