En Jujuy y Salta, La Rioja, Córdoba y Santiago del Estero estallaron conflictos, mientras los diputados sesionaban en Tucumán.
Las sesiones del Congreso de las Provincias Unidas en Tucumán, en 1816, se desarrollaron sobre un escenario cargado de conflictos, tanto internos como externos. Los primeros representaban la amenaza de un eclipse definitivo de la revolución americana: Chile, el Bajo y el Alto Perú y Nueva Granada (Colombia, Venezuela, Ecuador, Panamá) estaban en poder de los realistas, y los portugueses invadían la Banda Oriental.
En lo interno, seguía arrastrándose la grave disputa armada de Buenos Aires con dos caudillos: el de Santa Fe, Estanislao López, y el de los orientales, José Gervasio Artigas. La cuestión se había reflejado en la ausencia, en el Congreso, de representantes de Santa Fe, de Entre Ríos, de Corrientes y por cierto de la Banda Oriental.
Además de todo esto, durante el año que el Congreso estuvo reunido en Tucumán (marzo 1816-febrero 1817), en cuatro puntos de las Provincias Unidas se registraron serias turbulencias. Vale la pena examinarlas brevemente.
Güemes y Rondeau
Cronológicamente, el primer problema estaba en Jujuy. A fines de 1815, allí acampaba el Ejército del Norte en retirada, tras la derrota de Sipe Sipe. Su jefe y -desde abril- Director Supremo de las Provincias Unidas, general José Rondeau, no se entendía con el gobernador de Salta, general Martín Güemes.
La tensión entre ambos se agravaría cuando Güemes se apoderó de 500 fusiles viejos existentes en Jujuy. Tanto Rondeau como el Cabildo jujeño se opusieron a la medida, e hicieron reclamos ante el Director Supremo interino, Ignacio Álvarez Thomas. Este dispuso, obviamente, ordenar la entrega de los fusiles a Rondeau. Por su lado, Güemes alegaba que se trataba de armas que sus milicias quitaron al enemigo, y que le eran de imprescindible necesidad.
Pacto de Cerrillos
No era el único problema entre los dos jefes. Rondeau había requerido a Güemes la entrega de los desertores y dispersos de Sipe Sipe, y el salteño se negaba a hacerlo en el caso de las milicias, que entendía exentas de la jurisdicción militar. Ya harto, Rondeau se dispuso a marchar sobre Salta para someter a su gobernante, y Güemes no se amilanó. Convocó a un cabildo abierto, que intimó a Rondeau a retroceder, para evitar que se derramara sangre. Pero el Ejército del Norte, de todos modos, ocupó parte de Salta.
Entonces, las milicias de Güemes sitiaron la ciudad y lanzaron una guerra de recursos. Felizmente, el 22 de marzo de 1816, dos días antes de instalarse el Congreso en Tucumán, pudo solucionarse el conflicto. Se firmó el Pacto de Cerrillos, elaborado en base a concesiones recíprocas de los dos generales. Esto trajo comprensible alivio a los diputados de las Provincias Unidas.
Rebelión riojana
El segundo conflicto se localizó en La Rioja. Allí estaba en 1816 el capitán José Caparroz, comisionado por el Directorio para dar instrucción a los reclutas. No tardó en enredarse en la política aldeana. El 16 de abril de 1816, a menos de un mes de instalado el Congreso, encabezó un golpe armado contra las autoridades. Derrocó al gobernador Manuel Brizuela y Doria, depuso al Cabildo, y cesanteó gran cantidad de empleados.
El diputado por La Rioja, Pedro Ignacio de Castro Barros, pidió al Congreso que restableciera el orden en su provincia. Con ese fin, se envió allí al comandante Alejandro Heredia, con 150 soldados. Entretanto, las autoridades “de facto” se dirigían al cuerpo, denigrando al gobernador depuesto y también a Castro Barros. Este ofreció al Congreso su renuncia, que no fue aceptada.
La retractación
Heredia no pudo conciliar a las facciones y pidió refuerzos para reponer a Brizuela y Doria. El Congreso le envió más soldados y le ordenó que pusiera preso a Caparroz. No pudo hacerlo porque este se había fugado a Córdoba, con un piquete de hombres armados.
Brizuela y Doria volvió al gobierno y, luego de varias tensiones, se hizo la paz cuando transcurría agosto y ya estaba declarada la Independencia. Pero Castro Barros volvió a renunciar. Se sentía calumniado y quería que los sediciosos presentaran pruebas de sus imputaciones anteriores, o que se retractaran.
El Congreso rechazó la dimisión, y el Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón resolvió que los alzados se hicieran cargo de los gastos generados por su movimiento. Terminaba octubre de 1816, cuando llegó la retractación. El cuerpo declaró que Castro Barros quedaba libre de las imputaciones de “venal, faccioso y representante clandestino”, que se habían formulado a su respecto después del golpe de Caparroz.
Golpes en Córdoba
Escenario del tercer conflicto fue Córdoba. A pesar de hallarse en la órbita de influencia de Artigas, esa provincia había enviado diputados al Congreso de Tucumán. Sucedió que su gobernador, José Javier Díaz, entró en desinteligencias con Artigas. Y a poco andar, Juan Pablo Bulnes, cabeza de los fervorosos partidarios del caudillo oriental, se sublevó contra Díaz en agosto de 1816. Logró batirlo dos veces.
El Congreso decidió enviar fuerzas al mando del coronel Francisco Sayós para sofocar la rebelión. Cumplió la misión: enfrentó a Bulnes, lo derrotó en las afueras de Córdoba y lo puso en prisión. Entonces, el Congreso dispuso reemplazar a Díaz por Ambrosio Funes, hermano del Deán de ese apellido. A poco de la asunción de don Ambrosio, ocurrió que Bulnes –quien era su yerno- escapó de la prisión, en enero de 1817.
Las repercusiones
Hizo más. Atacó y apresó a su suegro Funes y a Sayós; levantó la guarnición y llamó a un cabildo abierto que, tras complicados trámites y renuncias, nombró gobernador a Juan Andrés de Pueyrredón. Entretanto, Ambrosio Funes avanzó con sus tropas, depuso a Pueyrredón y reasumió el cargo. Estaría poco tiempo más, ya que el Congreso lo reemplazó por el doctor Manuel Antonio de Castro.
Apuntemos que el primer alzamiento de Bulnes, contra el gobernador Díaz, repercutió en las sesiones de Tucumán. El Congreso consideró implicados en el golpe a los diputados Eduardo Pérez Bulnes y Miguel Calixto del Corro, por lo que los separó de sus bancas.
Borges fusilado
El cuarto y último conflicto provincial de 1816, acaeció en Santiago del Estero. El coronel Juan Francisco Borges lideraba, en esa provincia, los fervores autonomistas. Santiago dependía de Tucumán y muchos, como Borges, querían librarse de esa tutela.
El problema empezó a plantearse ya en 1815, cuando el gobernador de Tucumán, Bernabé Aráoz, removió a su teniente de gobernador en Santiago, Domingo Isnardi, y lo reemplazó por Tomás Taboada. Ante esto, el coronel Borges depuso a Taboada y se proclamó gobernador provisorio. Aráoz envió fuerzas para reprimirlo: fue derrotado y traído preso a Tucumán. Logró fugarse y se refugió en Salta. No se quedaría tranquilo. Ya de regreso en Santiago, el 10 de diciembre de 1816 Borges depuso al teniente de gobernador Gabino Ibáñez, se autoproclamó gobernador y declaró la autonomía de Santiago.
El Congreso encomendó al jefe del Ejército del Norte, Manuel Belgrano, sofocar ese alzamiento. El creador de la bandera comisionó para la tarea a Gregorio Aráoz de La Madrid. Este batió a Borges en Pitambalá, lo capturó poco después y, cumpliendo órdenes de Belgrano, procedió a fusilarlo el primer día de enero de 1817, cuando el Congreso todavía sesionaba en Tucumán.