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Había quienes temían que no dejase el cargo.


En 1859, terminaba el período presidencial del general Justo José de Urquiza, y el candidato favorito para sucederlo era el doctor Santiago Derqui. Pero no faltaba quienes tuvieran miedo de que el vencedor de Caseros, de pronto, resolviera hacerse reelegir presidente, a pesar de las disposiciones de la Constitución de 1853.

Tal posibilidad se mencionaba en la carta –inédita- que desde Paraná, el 8 de octubre de ese año, Tomás Luque escribía a Tucumán, a don Fortunato Baudrix. En el encabezamiento de la misiva, se leía: “Reservada”. El firmante pedía a Baudrix que convenciera a los electores amigos de sustentar la candidatura Derqui, y no la de Mariano Fragueiro, cuyo nombre danzaba por entonces.

Pero, además, decía Luque que “el único opositor temible que tiene la candidatura Derqui es la reelección. Este opositor no se presenta de frente todavía, porque no se atreve a pisotear tan gratuitamente la Constitución, pero busca sin cesar un pretexto honesto; y se lo darían muy oportuno: una disidencia electoral entre los pueblos; la falta de número en el Congreso por esa misma disidencia; el triunfo de un candidato que no sea ‘federal neto’; un arreglo mentido con Buenos Aires, a condición de que se revise la Constitución, etcétera. Cualquiera de estas cosas, harían salir a la palestra a Don Preciso”.

Entonces, consideraba Luque conveniente que “los pueblos rodeen y proclamen una candidatura que no deje pretextos a aquel torrente; y que sea capaz de oponerle dique, sí se desborda. Tal creo yo la de Derqui, por las ideas políticas que representa, por la energía de su carácter y por los elementos con que cuenta en el país”.