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ARREOS DEL JINETE. Antiguas espuelas de plata que conserva el Museo de la Casa de la Independencia. LA GACETA / ARCHIVO

Apreciaciones del viajero inglés Parish.


En 1852, el viajero inglés Sir Woodbine Parish elogiaba cálidamente a Tucumán. “Aunque cálido, su clima es seco y saludable”, decía, “y la naturaleza ha sido tan pródiga para con ella con sus más exquisitos dones, que con justicia merece su nombradía y apelación de Jardín de la República”. Calculaba en 40.000 personas la población, de la cual 7 a 8.000 habitaban en la ciudad.

Se detenía en el hombre de campo nativo. “El gaucho de Tucumán, el jinete de aquellas llanuras, con el auxilio de su mujer, que le teje y trabaja casi todas las piezas de su ropa, tiene a su alrededor todo lo que pueda necesitar”, afirmaba Parish.

“No conoce, y por consiguiente no precisa, ninguna de aquellas comodidades que, en climas más templados, donde la civilización es más adelantada, se tornan en necesidades. Libre como el ambiente que respira, galopa por llanos sin confín y sin traba alguna que le impida satisfacer sus inclinaciones”.

Parish suponía que Tucumán atesoraba valiosa minería. Pero, comentaba, al jinete “nada le tienta a abandonar semejante modo de vivir para ir a buscar las fatigas y riesgos de una tarea que mira como degradante, sepultándose bajo tierra para desentrañar, con el sudor de su frente y un duro trabajo, tesoros que no codicia ni necesita”.

En fin, “el más pequeño cultivo de la tierra provee de seguro no sólo a todas las necesidades de su existencia, sino también a lo que, en su opinión, representa el lujo y las delicias de ella”.