La figura admirada por toda una generación
Puntano de nacimiento, pero residente en Tucumán desde la niñez, Amador L. Lucero (1870-1914) fue una de las figuras más interesantes de fines del siglo XIX y comienzos del XX. Médico, político, periodista, literato, disfrutó de la admiración de toda la generación del Centenario. El doctor Juan Heller (1883-1950), lo trató siendo estudiante. Cuenta que, “para quien juzgábale de ligero, parecía agresivo y mordaz, impresión que acentuaba el acerado mirar de sus ojos, expertos e inquisitivos, con su figura como ‘stendhaliana’ de rasgos y actitudes”. Pero “sus íntimos admiraban y ensalzaron siempre su honradez intelectual y su sinceridad”.
Narra que a Lucero “le complacía acercarse a los comprovincianos que cursaban estudios en Buenos Aires, cuando daba con ellos en su camino o por los teatros. Pero casi todos le esquivaban, temerosos de una averiguación o de una pregunta que su modo de ser hacía siempre apremiante, o de alguna crítica o sarcasmo, pues gustábale enseñar corrigiendo”. Así “atraídos por gusto comunes, nos encontrábamos con frecuencia por salas de conciertos y teatros. Después de conversar durante dos o tres intervalos, a veces alejábase de mí sin despedirse, chocado, sin duda, por alguna mediocridad o chabacanería de muchacho, porque vivía en tensión permanente y alta”.
Hablaron por última vez a la salida de un teatro. Le quedaban ya pocos años de vida, “y el presentimiento o la conciencia de su fin próximo, diéronle tal vez conformidad para lo vulgar, o indiferencia para la gloria esquiva que dejó sin coronas su altiva frente”. Piensa Heller que “la pequeñez provinciana y la mediocridad de la política nacional en la ‘castrata republica’ de entonces y después, lo dejaron de lado. Entonó siempre ‘extra canticum’, fuera del compás y del tono de los que adulaban a la ‘imperita’ multitud”.