El general fue recibido en sesión secreta
El Soberano Congreso no sesionó el 7 de julio de 1816. El día antes había recibido, en sesión secreta, al general Manuel Belgrano, quien quería transmitir las impresiones adquiridas en Europa sobre las posibilidades de nuestra revolución. Expresó que, al comienzo, la revolución había sido mirada con simpatía por las naciones del Viejo Mundo, por sus características; pero que, en la actualidad, y debido a “su declinación en el desorden y la anarquía”, solamente podíamos “contar con nuestras propias fuerzas”.
Le parecía que en Europa las ideas republicanas ya no despertaban entusiasmo alguno. Al contrario, “se trataba de monarquizarlo todo”, y la forma monárquico constitucional, a la manera inglesa, se juzgaba la preferida. Opinaba Belgrano que, para las Provincias Unidas, era conveniente una monarquía “temperada”, que podía ponerse en cabeza de la dinastía de los Incas. Esto, “por la justicia que envuelve la restitución a esa casa, tan inicuamente despojada del trono”. Además creía que de esa manera se despertaría, en los habitantes del interior, un entusiasmo suficientemente generalizado como para evitar “una sangrienta revolución en lo sucesivo”.
España se había debilitado por su larga guerra contra Napoleón, y por “las discordias que la devoraban”. Pero igual seguía teniendo un poder muy superior al que disponía la revolución americana. Por eso, le parecía necesario esforzarse para “robustecer el ejército”. A su juicio, Inglaterra no ayudaría a España para reprimir el movimiento americano, pero “siempre que de nuestra parte cesasen los desórdenes”. No veía razón para inquietarnos por la llegada de tropas de Portugal al Brasil; sólo debíamos cuidarnos de la “infección” del artiguismo en ese territorio.