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TODOS CON BASTÓN. El presidente Roque Sáenz Peña, con el gobernador Ernesto Padilla y comitiva, en la escalinata de la Casa de Gobierno de Tucumán, en 1913.

Hasta fines de la década de 1920 fue parte indispensable de la vestimenta masculina y figura en no pocas anécdotas


“Vara, por lo común de madera, con puño y contera y más o menos pulimento, que sirve para apoyarse al andar”, define el diccionario al bastón. Es un elemento que el hombre usó desde la más remota antigüedad. Excavaciones de los arqueólogos han encontrado remotos bastones de hueso que portaban nuestros ancestros prehistóricos.

En la historia de Tucumán aparecen con alguna frecuencia los bastones. Es posible registrar su presencia tanto en las pinturas como en las fotografías o los avisos publicitarios, como en crónicas de la tradición, hasta las primeras décadas del siglo que pasó. Vale la pena echar una superficial mirada al asunto en las líneas que siguen.

El más famoso

Sin duda, el más famoso bastón vinculado con nuestra provincia es el que el general Manuel Belgrano entregó, el 28 de octubre de 1812, o sea un mes después de la batalla de Campo de las Carreras, a la Virgen de La Merced, en agradecimiento por la victoria sobre los realistas. El general no lo usaba para apoyarse, sino que era símbolo de  jefatura, como ocurría en los cuerpos militares de todo el mundo.

Se trataba, según Julio P. Ávila, de una varita “de mimbre, con cordón de seda y dos borlas”. Poco después, el General la reemplazaría por un bastón más importante, que hizo confeccionar en Buenos Aires y que envió a Tucumán con su hermano Joaquín. Este era de marfil, con puño de oro, y actualmente está en la iglesia mercedaria.

“Pepe” Posse

En Tucumán, en sus ratos de ocio, el periodista y político José “Pepe” Posse confeccionaba bastones con un aspecto muy rústico, casi sin pulir. En una carta a su gran amigo Domingo Faustino Sarmiento, de 1879, le avisaba que remitía tres de ellos, como regalo, hechos “de tres diferentes maderas duras de Tucumán”.

Y agregaba: “los he dejado largos para que allí lo reduzcas a la medida que quieras, si es que encuentras aceptable el regalo. Si no, ya sabes dónde está el fogón de tu cocina. No sería malo que le dieses uno a Tejedor, diciéndole que son bastones de provincia, para que se lo coma crudo en un arranque de ira porteña”.

DE AGRIMENSOR. Bastón de Marcelino de la Rosa despiezado. Llevaba tintero, tinta, lapicera y podía guardar un plano enrollado.

El jocoso párrafo aludía a Carlos Tejedor, gobernador de Buenos Aires, que guardaba aversión a las provincias, y que poco después se lanzaría en armas contra la autoridad nacional. Posse era rector del Colegio Nacional. Según los recuerdos de adolescente de Gregorio Aráoz Alfaro, a diario “Don Pepe” hacía un paseo “alrededor del claustro, haciendo resonar rítmicamente en las baldosas del piso su clásico bastón”.

Ataque o defensa

El bastón podía utilizarse también como arma de ataque o de defensa personal. Ese servicio prestó, la noche del 31 de enero de 1879, el que portaba el gobernador Miguel M. Nougués en la plaza Independencia. Iba Nougués caminando por el paseo y se enredó en una discusión con el periodista Benjamín Posse, por un artículo publicado en “La Razón”, que juzgaba injurioso.

La polémica se caldeó tanto que Posse extrajo un revólver y disparó al gobernador. Pero Nougués, según un testigo, logró desviar el tiro, agarró al agresor por el cuello, “le dio algunos varillazos también con la varita” y “lo apretó hasta que vino un gendarme y le quitó el arma”.

Para usos bélicos, estaban los bastones “de estoque”, que guardaban en su caña una hoja de acero con punta afilada, y que se convertían en arma terrible al desenvainarlos. Eran abundantes en Tucumán. Ocasionalmente, llegaron a la ciudad algunos otros extraños palos defensivos, generalmente de procedencia francesa, a fines del siglo XIX. Por ejemplo, el “bastón revólver”, que disparaba un grueso proyectil al oprimir el gatillo disimulado bajo el puño. Uno que perteneció al gobernador Benjamín Aráoz fue donado a nuestro Museo Histórico “Presidente Avellaneda”.

EN LOS RETRATOS. El coronel Julián Murga con su bastón, en el óleo de Ignacio Baz.

Toque de elegancia

Pero estas funciones eran excepcionales. En realidad, el bastón constituía un complemento elegante de la vestimenta masculina, de tanta importancia como la que tenía, en la misma época, el sombrero. Ninguna persona educada andaba por la calle con la cabeza descubierta o sin bastón. Más que para apoyar el paso, su portador coqueteaba con él: tanto acompañaba airosamente la caminata, como proporcionaba a sus manos un objeto para entretenerse, incluso revoleándolo. La mayoría de los tucumanos retratados por Ignacio Baz desde mediados del siglo XIX, lleva bastón. Y hasta fin de los años 1920 aparece en todo aviso publicitario de ropa masculina.

Eran tanto de tonos oscuros como claros, y algo más gruesos que el cañón de un revólver. En la empuñadura se concentraba toda su gracia: allí, oro, plata, marfil, carey, rivalizaban en formas y figuras.

El del doctor Uladislao Frías, por ejemplo, era de ébano con puño de oro en forma de águila bicéfala. En el museo citado se conservan, además de los “de estoque”, los lujosos bastones “de gobernador”, símbolos de la magistratura provincial, que pertenecieron a los ex mandatarios Juan Bautista Bascary, Octaviano Vera o Miguel Campero.

El bastón de Urquiza

También guarda el Museo “Avellaneda” el bastón que obsequió al gobernador Ernesto Padilla el presidente Roque Sáenz Peña, de ébano con puño de plata, al término de su visita a Tucumán de 1913. O el que Padilla intercambió, como cortesía, con su colega de Córdoba, el doctor Ramón J. Cárcano, de malaca con puño de carey rubio y oro, en 1915.

El museo de la Casa de la Independencia recibió, en 1993, de Clemente Zavaleta, la donación de un bastón especialmente significativo, confeccionado en marfil con empuñadura de oro y contera de plata. El presidente Justo José de Urquiza se lo había enviado al bisabuelo de Zavaleta, doctor Salustiano Zavalía: los unía gran amistad, iniciada cuando el tucumano fue constituyente de 1853.

ELEMENTO INFALTABLE. Un aviso de “Gath y Chaves” de 1915 muestra que no se concebía un hombre elegante sin bastón.

La donación incluía la carta original de Urquiza -fechada en Santa Fe el 8 de mayo de 1854- donde decía a Zavalía: “Tengo el gusto de presentar a usted como un obsequio, el bastón con que asistí a prestar el juramento de obedecer y hacer respetar la hermosa Carta de la República, como su primer Presidente Constitucional…” Se lo pudo apreciar varios años en una vitrina; pero como las fotos y pantallas han reemplazado hoy en ese museo la exhibición de objetos, suponemos que yace en el depósito.

El viento lo llevó

Otro bastón interesante es el que perteneció a uno de los pioneros de la agrimensura en Tucumán, don Marcelino de la Rosa. Lo usaba para los viajes que exigía su profesión. Se destornillaba en varias partes. Contenía un tintero, pluma y podía alojar un plano enrollado.

REGALO PRESIDENCIAL. Puño de oro del bastón que Justo José de Urquiza obsequió al tucumano Salustiano Zavalía, en 1854.

El uso del bastón declinó en los años 20, hasta desaparecer completamente en la década siguiente. Hoy, confeccionado en metal, graduable y con empuñadura anatómica, sólo lo aferran quienes, por causa de vejez o de enfermedad, necesitan apoyarse cuando caminan. Ese bastón coqueto con puño ornamentado, aquella “varita” juguetona de la “belle époque”, integra el conjunto de cosas que el viento de los años se llevó para siempre.